27 diciembre, 2010

EL CALOR DE TU CUERPO DORMIDO

Descubre que eres dueña de mis desvelos.
Atesora en tu interior esa sensación verdadera de propiedad de los nervios alterados.
Asume, con responsabilidad y elegancia, que los silencios y las lejanías que nos escribe el Destino importunan mis constantes vitales hasta límites inabordables.
Siente que este episodio que escribimos juntos solo puede concluir en maravilla o quebrar mis sueños de futuro, que emergen de la cotidianeidad y nos sitúan en lejanas y paradisiacas playas habitadas por ambos... y nuestro amor.
Piénsalo.
Cada minuto sin tu presencia es un sinfín de fantasmas que sobrevuelan mi existir.
Cada segundo en el que evoco tu sonrisa es la necesaria contracción de mi corazón para bombear la sangre que visita mis venas.
Cada campanada perdida, un mundo de ilusiones que escapa por la ventana de nuestra habitación.
Cada mirada, temerosa, a la confirmación de tu silencio, un puñal que se clava en mi interior, agitando las piedras esqueléticas que sostienen mi precaria armadura.

Descúbrelo.
Hemos superado los miedos de las incertidumbres y de las nebulosas.
Hemos vencido las miserables espadas que pretendían preterir nuestros avances.
Hemos obviado el retumbar de las palabras maledicentes que auguraban un futuro inexistente.

Miro tus ojos.
Los imagino en esta distancia despiadada.
Y elevo mi plegaria para habitar, siempre, tu abrazo y el calor que desprende tu cuerpo dormido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario