08 diciembre, 2010

EL LADRÓN DE ESPÍRITUS (DE LOS LIBROS)


Robar el espíritu de los libros.

Lo musitó entre dientes.

Confiando en que pudiera dar resultado.


Sí.

Destilar, tras un alambicado y tortuoso proceso, el espíritu, la esencia, la mínima expresión significativa...

El erotismo de la historia.

Su orgasmo.

Ni siquiera algo tan amplio.

Ese segundo en el que los significados se pierden...

O coquetean... y mutan.


Robar el espíritu de los libros.

Apropiarse con sutileza y valor del ingenio más oculto.

Enseñorear y adueñarse del santo grial que deambula, de incógnito, las páginas de fondo de una obra maestra.

Convertirse en el custodio único de las llaves que habilitan para descerrajar los candados de las cajas fuertes que atesoran los más preciosos dones.

Ascender al universo de lo inmanente.

De lo sensible.


Robar el espíritu de los libros.

Desoír las leyes férreas de un mañana aún por revelar.

Avanzar en la delgada línea del precipicio que aboca al averno del fin... sin miedo al devenir, sin pánico ante el anonimato eterno del completo universo.

Estorbar con artificios la comprensión.

Enrarecer la expresión con elaboradas estructuras de complicado y detallista seguimiento.


Robar el espíritu de los libros.

Contaminar con parábolas las líneas rectas de la belleza.

Transgredir el ideal efectista del éxito.

Alcanzar un pacto maligno con los asesinos de la quietud.

Sellar una cordial entente con los predicadores de las bondades de la marginalidad.


Robar el espíritu de los libros.

Desvirgar su inmaculada flor.

Violar su intimidad en un colérico acceso de desenfrenada pasión.

Retroceder y escupir una consigna por la ventana, mientras las rosas se marchitan en un florero sin agua.


Robar el espíritu de los libros.

Pasear calmado en el cementerio de los poetas olvidados.

Rezar una oración en cada tumba profanada.

Escanciar whisky y permitir que un baile se escenifique en los restos de la creación del infortunio.


Robar el espíritu de los libros.

Definir el papel del ladrón romántico.

De viajero impenitente.

De suicida equilibrista en el alero.

De vampiro sediento... de espíritus.

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