04 agosto, 2010

LA COMETA


Tú vuelas una cometa en una playa...

Yo dirijo mi mirada a un cielo sin estrellas, mientras mis ojos son golpeados con luces artificiales.

Un año atrás, mi equilibrio se resquebrajó cuando despedía tu presencia en una atiborrada estación de trenes.

Un año más atrás, ya guardaba en mi mente el recuerdo de un pálpito que me convirtió en la aguja de una brújula siguiendo su destino.

Ahora, y no resulta ocioso subrayarlo, todo tiempo sin ti es tiempo perdido.

Mañana sonarán los frenos de un convoy y abandonaré la prisión, quizá cuando la brisa del mar acaricie tu despertar... como a mí me encantaría poder hacerlo esa mañana... y todas las mañanas.

Me encantó imaginar que, un año (cualquier año de éstos), bajaremos a volar la cometa, nuestra cometa... y nuestra piernas serán columnas para pequeños guerreros que chillarán sus salvas a nuestros oídos... y las sonrisas cómplices nos devolverán el más grato tesoro.

Esta ciudad, hoy, cuando todo tiende a cero, continúa sin revelar las estrellas en su cielo.

Hoy, esta ciudad, sin ti, sigue siendo ese intrépido y anónimo concierto de bocinazos en avenidas y bulevares vacíos.

Alguna de estas noches, entre mis plegarias, he descubierto mi corazón...

Alguna de las noches, cuando detengo, ensimismado, mi mirada en tu pacífico respirar, elucubro teorías y futuros.

Y todas (las teorías, los futuros) se mecen al compás del viento que acaricia tu despertar y hace volar tu cometa.

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