29 agosto, 2010

A SU LADO


Ella duerme a mi lado.

He perdido el mínimo régimen horario y mi desconcierto respecto de la rotación del día y la noche no puede ser más acusado.

Soy feliz.

Ella duerme a mi lado.

Su respiración es tranquila y ahueca su espalda buscando el cobijo de mi pecho, en un abrazo perfecto, en la geometría pura hecha cuerpos fundidos.

Seguro que las bombas andarán desolando tierra firme y que el tiempo correrá a desmano de algunos...

Lo alcanzo a entender, pero soy feliz.

Ella duerme a mi lado.

Han sonado campanas, un número indeterminado de tañidos, el pulso se me acelera cuando advierto que ella ha abierto levemente la boca, buscando aire, entreabriendo ligeramente los ojos en los que me encanta verme reflejado.

Las luces, sepa Dios si artificiales o naturales, iluminan un exterior ajeno, mundano... sí, humano, material, sórdido... definible.

Yo soy feliz.

Ella duerme a mi lado.

Y pierdo mi nariz buscando apoderarme de ese olor que parte de su cuello y eriza cada uno de los poros de mi piel... en perfecta sintonía, en melódica explosión.

Es cierto, ahora lo percibo...

No soy feliz.

Esa cumbre ya ha sido coronada y, en este equilibrio inenarrable, me sostengo en un estado inhumanamente vivido.

Sí.

Mientras ella duerme a mi lado.

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