03 enero, 2010

PENSAMIENTOS EN VOZ ALTA


Está desnuda, de pie, al lado de la cama, tenuemente iluminada...

En el exterior, escucho palabras en un idioma cercano pero impropio, que me obligan a atender para permitir ser descifradas.

Se viste, con ropa interior blanca, adornada, muy lentamente.

Intento encontrar la palabra... pero ninguna sirve para definir con exactitud y suficiencia.

Recuerdo que, en algún libro, se decía que solo algunas (pocas) mujeres (¿solo ella?) son tan sensuales cuando se desnudan como cuando cubren su cuerpo.

Los recuerdos son esas cadenas que tendemos al pasado para aferrarnos a un futuro que ya es presente... y pasado.

He olvidado mi primera vez recorriendo estas calles, de modo voluntario, para que ninguna nube pueda empañar la belleza de esta tarde lluviosa.

Quizá los contrasentidos demuestren su pujanza en los momentos más surrealistas... Quizá...

Percibo el dulce olor que emiten las sábanas arrugadas y paseo mi lengua por el interior de mi boca, exprimiendo y saboreando el néctar de la flor marcada.

Los relojes de pulsera refieren una hora que, sin embargo, aún no ha llegado.

Recuerdo, cerrando los ojos, caminar el sendero sensible que derrota en el monte en el que naufragué, donde mis sentidos presenciaron su liviandad, en el que tiempo y espacio eran conceptos puramente relativos.

Quizá haya cometido el error de pensar en voz alta.

Descreída, sonríe por mi apreciación.

Se apresura al vestirse.

Siento una punzada en algún lugar indeterminado del bajo vientre...

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