27 enero, 2010

V.- LIBRE


Se sorprendió al adivinar su propia caligrafía en uno de los cuadernos.

En la quinta página, numerada siguiendo los cánones romanos, la letra era casi diminuta, tan minúscula que costaba leerla con cierta continuidad.

Trató de recordar el motivo que habían propiciado esos versos libres...

Supo reconocer, en la lejanía, una playa desierta, el rumor de las olas, cierto ansia, irremediablemente insuperable, y una composición que, a todas luces, era insuficiente para obtener la perseguida victoria.

Las tapas acartonadas se veían, por el paso del tiempo, dobladas y castigadas.

Desde la ventana, Madrid se erigía en una sucesión de mastodónticos edificios coronados por cúpulas y estatuas de inexpresiva piedra.

Volvió a sus letras.

Añoraba esos estímulos repentinos originados por la sorpresa de las comunicaciones recibidas.

Desconcertado, se limitaba a saborear la hiel de los silencios, de las abruptas interrupciones, el temblor causado por el miedo a excederse en las sinuosas líneas de la complicidad recién adquirida...

Los carnavales estaban a punto de pasear por las calles de Colonia.

Sin embargo, entendió que el antifaz que encubre la realidad puede ser visto, según el enfoque, como una demostración de gallardía e invencible superioridad.

Se descubrió recostado en el incómodo pomo de la puerta del desvencijado armario ropero, que gruñía ante la caída de su peso.

Sensato, intentó recomponer el antiguo poema.

Y comenzó por variar las referencias personales que éste contenía.

Decidió sustituirlas por una inicial, mayúscula, pretendidamente anónima, evidentemente notoria...

Las gárgolas del monumental edificio de enfrente se miraron asustadas.

Las nubes del cielo se habían abierto, ambiguas, para conformar las alas, batientes, de una gaviota.

Colocó, en el margen derecho de la hoja, un punto final que atisbaba no resultaría definitivo.

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