31 mayo, 2009

COMPROMISOS


El bar parece huérfano de luz y los escasos clientes se agolpan, silenciosamente, en una de las mesas del fondo.

La puerta se abre y entra un joven con gafas negras de pasta, finas y mordisqueadas.

Ocupa un lugar intermedio en la barra y trata, de modo infructuoso, de llamar la atención del camarero.

La música se encuentra demasiado alta.

Pronto, el chico fija su mirada en Jeff.

Jeff es un hombre de mediana edad (si es que eso quiere o puede significar algo) y se mantiene apostado en una esquina, cabizbajo, con la barbilla acariciando, mínimamente, el sucio mármol de la barra.

Jeff suspira. Toma de un sorbo su ginebra, como si el ardor que recorre su garganta fuera poco menos que un bello instante.

Se recompone y chilla, desafiando a la música, "hay mujeres que ocupan tus pensamientos y otras que pueblan tu vida".

El chico le mira, desconcertado.

Jeff pide un tequila. Lo bebe.

Suelta el vaso de un golpe y con un gesto pide otro más.

Lo bebe, nuevamente, de un trago.

Cierra sus ojos, intentando sobreponerse a la percusión en las sienes.

Jeff ya no habla, pero golpea con el vaso el mármol.

Continúa bebiendo tequila y se levanta, pesadamente, encaminándose al baño.

El joven le sigue con la mirada.

Tras varios minutos, Jeff vuelve con síntomas evidentes de haber evacuado el alcohol sobrante que su organismo no podía asumir.

Entonces Jeff se percata que el joven le observa.

Mide sus gestos y le reta con su mirada.

Su boca se abre y, pausadamente, comienza a hablar: "Posiblemente, no entiendas nada... y, quizá, sea mejor así...".

El chico quiere acercársele levemente, pero desestima su propósito cuando Jeff arranca su discurso: "Y pasará el tiempo, pero tu cabeza continuará cuestionándose esa sinrazón".

Un silencio.

"Y pasearás, hasta que tus pasos no sirvan para nada. Y descansarás, hasta que el sueño te abandone. Y beberás, hasta que el alcohol no sirva para arrancarte la conciencia. Y continuarás reprochándote tu maldita curiosidad, tu carácter descubridor y detective...".

Más silencio.

"Y todo parecerá dar igual".

El joven se tambaleaba. Y comienza su marcha, algo temeroso...

Antes de franquear la puerta escucha estas palabras:

"Nunca te preguntes porqué, a pesar de que ambos sostengáis pactos en los que no creéis, parezca imposible extinguirlos...".

"No lo hagas... no encontrarás, nunca, una respuesta racional. Y todo lo demás, será sufrimiento".

25 mayo, 2009

TENTACIONES


"De nuevo, el diablo lo llevó a un monte muy alto, le mostró todos los reinos del mundo y su esplendor, y le dijo: "todo esto te daré si te pone de rodillas y me adoras". (Mateo 3, 8-9).

El diablo viajaba entre las olas, sumido en un melancólico, y preciosista, cántico de sirenas.

Pero el mar continuaba siendo el refugio del horror.

Desde entonces, y durante cierto tiempo, el demonio se apostó en el saliente de un viejo puente y, noche tras noche, arañaba la piedra con dureza, dejando unas marcas a las que mi vista se abocaba irremediablemente.

Pero el cielo seguía transfigurándose en una especie de reducto de averno y temor.

Sin embargo, en el transcurso de una noche de verano, inesperadamente lluviosa, el diablo se acercó y me ofreció su imagen más sutil y cautivadora.

Y sentí como si el agua penetrase en mi cuerpo y el aire se filtrase entre los poros de mi cuerpo.

La sensación se asemejaba, con certeza y rotundidad, a los segundos posteriores al orgasmo, que permiten que la materia rompa las ataduras de su contenido y escape, expandiéndose por el espacio (y el tiempo).

Escuché su voz, que insinuaba sin solicitar, que perfilaba sin rematar, como los revoloteos de la mariposa dibujan la silueta del cuerpo de una mujer.

Y, en un acceso infinetesimal, se alejó, justo cuando mi mente aún dudaba en desvanecerse y caer rendida a su melódico discurso.

Y, en la confusión, pensé que la nieve era arena del desierto y la orientación se evadió de mí, pretendiendo nadar donde no existía agua, procurando correr sobre las procelosas corrientes que no conformaban adecuado firme...

Y las gotas de la lluvia me despertaron y asimilé que todo formaba parte del universo onírico.

Hasta que, caminando, encontré el puente y adiviné, nada escondidas, las huellas de unos arañazos sobre la piedra.

Excesivamente marcadas para ser humanas.

Excesivamente reveladoras de mi caída.

24 mayo, 2009

BRINDIS


Vete planteando, amigo, si deseas continuar obviando el reloj y pretendiendo que la canallesca y la nocturnidad bañen las orillas de tus pasos, arriesgando certezas por futuribles que, a buen seguro, no sean más que simples cantos de bellas e inolvidables sirenas.

Piensa, mientras escuchas el lento avanzar de las manecillas, que las madrugadas acogen a espíritus insomnes, pero rechazan las fábulas recurrentes de los trovadores que, únicamente, modifican de la trama el nombre de sus personajes.

Sostendrás, ante mesas repletas de licores, socarronería y perfumes, que la historia te concedió unos años de regalo y observarás la fingida admiración que tu relato causa ante las muy receptivas miradas de unas interesadas damas que, con más aplomo del que tu arrogancia está dispuesto a reconocer, culminarán escribiendo un tortuoso final para tu peregrinar.

Desconfía de la lisonja y de los festivos brindis... el licor y la pólvora son los dos únicos elementos que corren con pareja velocidad e idéntica desolación.

Olvida, si puedes, aquellos rumores de olas batiendo, en la costa, que llegaban a las habitaciones, con puertas abiertas, de hoteles satisfechos a precios más humanos que el dinero.

Dignifica tu tranquilidad y reposa, un momento, antes de imaginarte entre las piernas de ese angelical rostro que te cautivó entre volutas de humo noble y aromas de costosísimas viandas que abonaste sin recordar los avisos dejados, a tu nombre, por la sucursal bancaria.

Y desempolva tus cuadernos.

Busca, entre esas líneas olvidadas, los sueños de estabilidad y pureza que plasmaste con delicadeza, consciente de su enorme maravilla.

Y si como Sísifo, continúas empeñado en subir... no olvides que cierto talante vampírico es sólo comprendido por aquéllos que aconsejamos su evasión.

Brindo por ti...
Y por nosotros.

23 mayo, 2009

TERCIOPELOS Y PUÑALES


El hombre busca, durante su existencia, la verdad...

Rara vez la encuentra.

Mas en la travesía, cuando el Azar le otorga su complicidad, puede disfrutar de la grata compañía de la bonhomía (un valor que escasea en nuestros días).

Hay instantes, normalmente en carreteras secundarias, apeaderos de trenes o estaciones con relojes que marcan horas inexactas, en los que la sabiduría se desgrana por los poros de la realidad.

Los tesoros guardados, aquéllos que ni los buceadores más capaces fueron hábiles para arrebatarlos al mar, siempre refulgen hacia el exterior, con luminoso esplendor.

Y tiempo ha que sellamos un pacto etílico de pureza y responsabilidad que, entre caballeros, no necesita el derramamiento de sangre pero se introduce en los protocolos más arraigados.

Por ello, cuando para hacer entrega del puñal requirió, como mandan los cánones y los muy antiguos rituales, unas monedas que no son precio pero suponen pago, descubrí hallarme ante la certeza de una amistad, que es magisterio y paisanaje.

Con todo, me reservo la admiración para terriotrios más expresivos que el lenguaje y rezo para que, cuando el Superior nos llame a rendir cuentas de crímenes y pasados, los buenos amigos recuerden con ebriedad la pérdida y el más inspirado recite un espléndido epitafio que enaltezca las levedades y obvie los desencuentros.

Tengo un amigo que es un maestro, al que le reservo la parcela más ilustre y señera, siendo algo más que eterno merecedor.

20 mayo, 2009

MAR


Veo tus pies, sobre un lecho de piedras, en las cristalinas aguas del tranquilo mar que baña nuestras desesperaciones.

Los tambores de la batalla aún resuenan al fondo del mosaico guerrero (cubierto de fuego y preñado de sangre).

Permaneces ajena, extraña a todas mis insomnes cavilaciones, musa pretendida que confiere profundidad al bodegón retratado en el ambiente.

En el cielo, justo en la línea donde se besan las aguas y las nubes, el conflicto se plantea en términos de ajuste (y fricción) del armisticio.

Tu cuerpo desnudo, de espaldas, es la enésima maravilla que otorga un creador respecto del que perdí mi fe, en algún acceso de temor, representado en el barroco oratorio.

El suelo abrasa. El magma poderoso (subterráneo), a borbotones, golpea mis extremidades como el preludio de un caos definitivo.

Te giras, buscando mi presencia.

Coqueta, cubres tus senos con las manos y, sorprendida, agachas tu cuerpo para recoger un caparazón del suelo.

Abrasa y lo sueltas. En el choque, la estructura se parte en mil pedazos y mi melena cubre unos ojos que reflejan el dolor de las batallas perdidas.

Suspiras.

Tú sueñas con niños, al sol, saltando a la comba.

En mi mente, una mujer devora a su propio hijo, al escuchar los tambores del ejército enemigo.

18 mayo, 2009

MB


"Como suele ocurrir en estos casos, el singular vampiro anónimo es venerado como un mártir". (Historia de vampiros. Mario Benedetti).

Recuerdo una noche de verano,
con bandoneón y el puerto (de presencias),
el perfume embriagador desconocido,
y una vieja sonata de pescadores.


Llegaste, como las primeras lluvias,
en las madrugadoras primaveras,
haciendo brotar ilusión y risas,
con conciencia de bien y dulzura terrenal.


Hoy, con los claroscuros de las tinieblas,
el murmullo de la desolación aparece,
agilizar una despedida (que es dolor)
y asoma el llanto escondido.


Aún mantengo pendiente la quema de los cuadernos,
aquéllos que escribí con bolígrafos de tinta seca.
Permanezco odiando todos los versos
que me cobraron el precio de mi propio existir.


Ayer buscaba la estética de la elegancia,
y recurrí alguna conductora contraventora,
sintiendo nulas expectativas de vencer.
Hoy, con el viento golpeándome las alas,
dejo que la vida escape a los motivos
y brindo, con el recuerdo,
para no olvidar jamás.


Allá donde continúes escribiendo,
no permitas que el silencio apague tu voz.
En las paredes de alguna habitación
continúa, alzada, Táctica y Estrategia.

17 mayo, 2009

TIEMPOS


"En la cruz de tu candado, por tu pena yo he rezado, y ha rodado en tu portón una lágrima hecha flor de mi pobre corazón..." (Nada. José Dames).

El olor de la lluvia caída durante la noche aún pervive en la madrugada.

En el jardín, como reina del lugar, se alza una bella orquídea contoneándose por el viento que baila con suma delicadeza.

Los pasos del hombre son suaves, leves, marcando apenas la hierba húmeda, notando como, progresivamente, sus zapatos se calan.
Nada parece importarle.

De las entrañas de una madrugada que se ha convertido en desasosiego, parece llegar el cántico lejano de una jauría eterna que, representación cruel de la más pura estantigua, se acerca hasta él.

Siente pesar y se interroga sobre el punto común que ha desperdiciado, tantas veces, por confluir en un tiempo negativo, inadecuado, inapropiado... maldito. Pero reconoce que, en determinadas encrucijadas, no sería capaz de percibir mejor salida que la vivencia (si es que cabe alguna otra) y el dejar fluir (no sabe abandonar su compromiso con la honestidad).

Y la orquídea se le antoja como la más bella creación de la faz de la tierra. El elemento que derrocha un suntuoso primor, esencia destilada del sentimiento más hondo y real.

Recuerda la flor de su deseo, la de la mujer deseada y, como en un sórdido empellón, vuelve a su mente aquella otra, la de la mujer amada... Es un impacto brutal, repentino, como los haces de luz de los vehiculos que golpean a los ojos tras una curva inesperada.

El intervalo es mínimo... pero existente.

Comienza, de nuevo, a llover. Deja que el agua, fría, le bañe la frente y mira a la flor que, indefensa, recibe el bombardeo del cielo.

Pretende vaciar sus recuerdos de imágenes que le motivan todo tipo de sensaciones... Asume cierta culpabilidad, pero todo es en vano.

La orquídea no aguantó el chaparrón y sus pétalos permanecen, aún vivos, arrastrados en la hierba, escuchando, quizá también, a lo lejos, el anuncio que presagia la muerte.
Su responsabilidad le inquiere a que pisotee los pétalos, pero su sentir le hace bordearlos, sin reprimir un vistazo que guardará en su memoria por siglos.
Y las lágrimas se confunden con las gotas de agua.

16 mayo, 2009

14 ROJO


El jugador bebe su whisky doble con hielo.

El tintineo de los hielos le acompaña y resuena cuando se acerca a la mesa.

El resto, con cierto temor y respeto, le observan.

Mueve ligeramente su mano izquierda y deposita varias fichas en el 14 rojo.

La ruleta gira. Las mujeres apoyan sus cuerpos en los hombres que, impertérritos, permanecen atentos al rodar de la bola.

Pierde.

Ella es rubia (el reflejo de la luz otorga a su pelo un color indescriptible) y le dedica una media sonrisa (la de conmiseración con el perdedor).

Aléjate.

Lo puede escuchar de una voz que brota de lo más interior de su propia existencia... Quizá, algunos, lo denominaran conciencia... Pero sólo quizá.

Vuelve a apostar al 14 rojo.

Moja sus labios en alcohol y cierra las ojos.

El crupier entona el recurrente "no va más". La bola cae en el 2 negro.

Le molestan las luces y recuerda que, al igual que determinadas madrugadas, siempre le sorprenden sin gafas de sol.

Abre su billetera y extrae todo el dinero. Solicita al crupier que lo canjee por fichas.

La mujer rubia sostiene su mirada, sonriente, implorándole para que le acompañe (en la mesa) un poco más, una jugada tan solo...

Aléjate.

Apuesta al 14 rojo.

El crupier asume que la jugada es demasiado arriesgada. Engola su tono para repetir "no va más".

La bola rueda, lamiendo la madera de los contornos de la ruleta, hasta que comienza a perder velocidad.

Entonces la luz se va... Y suena un chasquido (clic, clac) que anuncia que la jugada ha terminado.

El jugador se mantiene firme. La mujer, en la oscuridad, siente como unos labios presionan los suyos y el calor de un beso.

Pasados cinco segundos retorna la luminosidad.

13 negro.

Pero el jugador sabe que ya ha ganado.

12 mayo, 2009

DROGAS

La música suena con violencia extrema...

Un tango de Cadícamo interpretado por Gardel.

Después, intenta recomponer algún desajuste mental y asimilar la noticia de la muerte (sobredosis) del antiguo compañero de pupitre (en ocasiones, decir esperado no significa exento de dolor).

No quiere recorrer más noches oscuras y eternas o, al menos, no en la soledad que deparan algunas perdidas de consciencia y rumbo (el mar es inabarcable y las cartas de navegación sirven, únicamente, para los que mantuvieron la capacidad interpretativa intacta).

En su buzón de correo electrónico parpadea el aviso de un mensaje (nuevo) recibido.

No contiene texto alguno y adjunta un documento gráfico.

Presiona repetidamente el puntero sobre el icono, y la imagen aparece, magnífica, radiante... y letal.

Media sonrisa, medida, el pelo largo tocado en un cuidadísimo recogido, la postura desafiante pero cordial (con esa mezcla de cercanía que permite asegurar el carácter intangible, inaprehensible para los que se acercan deseosos a ella...), un fondo de jardín con fuente en el lateral... el sol cayendo oblicuo. La maravilla convertida (perfilada por el cincel del maestro escultor) en realidad, el deseo hecho mujer...

Entonces cierra los ojos, dejando volar su imaginación. Sonrisas (cómplices), guiños (próximos), confesiones (rendiciones), respiraciones (simultáneas) y varias despedidas en madrugadas con temor a besar.

¿Existe distancia de seguridad cuándo se pretende evitar el peligro?

Quiere eliminar la instantánea del archivo de su ordenador, al tiempo que piensa que es irremediablemente inútil, puesto que ya ocupa un lugar (interno) inmune al borrado.

Rebusca en su bolsillo, encuentra la bolsa transparente de plástico y vierte parte del contenido sobre la mesa, alineándolo con cuidado y esmero. Agacha su cabeza y, tras una fuerte inspiración, sostiene el negro que le devuelven sus ojos cerrados.

Vuelve a la comunicación electrónica que le participaba del fin de su amigo.

Asciende el volumen de los altavoces y se repite que, no por casualidad, droga es un nombre de mujer.

SUICIDIOS


Era la quinta vez, en menos de dos meses, que acudía al cementerio.

La viuda lloraba desconsolada y, al final del duelo, un hombre, sigilosamente, preguntaba qué habría llevado al finado a tomar una decisión tan radical.

"Dicen que tenía problemas con el alcohol" -le susurró el otro en un tono que advertía culpabilidad.

El hombre se resignó a escuchar la letanía de oraciones (le sacudía la cabeza la escucha de la misma plegaria y le evocaban los entierros en los que últimamente se había personado) y, con desgana, se persignó como en una rápida y contundente sacudida.

El sol brillaba en lo alto del cielo y los árboles se mecían gracias a un viento que distaba muy poco de poder ser considerado incómodo.

Entonces, mientras el ataúd era introducido en el estrecho cubículo que lo acogería para siempre, con ese insoportable sonido que hiela la sangre, el hombre recordó la última vez que había disfrutado de la presencia de su amigo.

Y vislumbró que, siguiendo su antiquísima costumbre, éste se separaba los dedos de la mano izquierda con los de la derecha, en un gesto tan característico como incomprensible.

Y las palabras, que guardaría durante el resto de la eternidad como el epitafio desganado que sólo las muertes repentinas y violentas crean, le retumbaron en sus sienes:

"Quizá ellos tuvieran sus razones".

Se marchó antes de que el albañil municipal del cementerio concluyera el tapiado del nicho.

El sol estaba siendo cubierto por un cúmulo de espesas nubes que anunciaban tormenta.

En su lento caminar, se sorpendió separándose los dedos de la mano izquierda con los de la derecha.

Sonrió... Sí, en el fondo, todos tenían sus razones.

10 mayo, 2009

FUTURO


Desde la azotea, la negrura de la noche parecía verse salpicada por golpes de luz.

Tres años antes, mientras apuraba una copa de champagne en la terraza de un lujoso hotel de Bahrein, había decidido dar un giro radical a su vida, a su porvenir.

Obvió los flashes de las cámaras, los maratones viajeros que le trasportaban de una capital a otra a ritmo frenético, las cenas y recepciones con patrocinadores publicitarios y apostó por un cómodo retiro en algún municipio de la costa.

A final de cuentas, los guarismos de su cuenta corriente constituían un colchón lo suficientemente abultado como para afrontar una pronta despedida de la primera plana de las revistas de moda, de las pasarelas y de los desfiles de alta costura.

Afrontó con paciencia, y no sin cierta alegría, la minoración de llamadas, correos electrónicos y el progresivo abandono de su dispositivo de comunicación que, previamente, permanecía las veinticuatro horas del día alertándole de las más banales circunstancias.

Pero la tranquilidad y el sosiego, sin embargo, causaron, una vez transcurrido un prudencial lapso reparador, el efecto contrario al deseado. El hastío le saludó, transmitiéndole sus deseos de permanecer junto a él hasta nueva orden.

Y ni las primeras escapadas en busca de los misterios escondidos de la Naturaleza y el Mundo le sirvieron para alejar ese resquemor que se le presentaba, con puntual recurrencia, noche tras noche.

De ahí que, ahora, desde la azotea de su inmueble, continúe revisando el corto texto del correo electrónico que pretende remitir a su agente (del que hace casi año y medio que no recibe noticias), valorando si merece la pena, si el camino andado hasta llegar a esta noche no es suficientemente revelador.

"Quiero volver... Sé que no seré el de antes, pero quiero intentarlo. Llámame. Abrazos".

Pulsa la tecla de envío y en el mosaico que a sus ojos presenta la noche, justo al fondo, le falta algo de luz.

Mientras continúa disfrutando, ensimismado, de la quietud de la madrugada, una luz verde parpadea: "Siempre tendremos un hueco para ti. Mañana hablamos".

Y, de nuevo, como en aquel hotel de Bahrein, siente que el suelo parece temblar bajo sus pies. Quizá con menos virulencia, un pavor cauteloso pero menos agitado, como el empellón que se sufre tras experimentar la velocidad de caída de una montaña rusa ya conocida.

Sin embargo, y aunque pueda parecer estúpido, cae en la cuenta de la importancia de la pronta respuesta de su ex-agente... y sus inquietantes repercusiones.

Apura su Dry Martini y desciende por las escaleras. Conecta su ordenador portátil y consulta los vuelos para Madrid. Adquiere unos billetes.

Se recuesta sobre el sillón y suspira, sabiendo que, en cualquier caso, ya nada será como había sido antes.

09 mayo, 2009

ESPEJOS


La estancia estaba sombría y apenas un rayo de luz del recién inaugurado amanecer se colaba entre el hueco que dejaban las cortinas...

En la habitación se respiraba ese dulzón aroma que deja el sexo cuando se condensa entre las sábanas y las paredes.

Desnudo, encarcelado en una prisión de complicada evasión, miraba con temor el espejo, de cuerpo entero, que, al pie del lecho, se alzaba como el Juez (eterno) que esperaba su momento para dictar el fallo de una sentencia, evidentemente, condenatoria.

Temía encontrar, en el reflejo recibido, el horror de las procesiones de miradas que habían implorado, atrás en el tiempo, su perdón y su comprensión, encontrando, meramente, el poder del silencio...

Pesadamente, con el temor y la inseguridad que provocan la conciencia de la maldad, retiró el embozo y plantó los pies en el suelo, que le transmitió un repentino, y castigador, frío.

Se dispuso de perfil ante el espejo, sin abrir los ojos, manteniendo la tensión y previendo el dolor que sentiría unos instantes después.

Pero el espejo le devolvió su imagen, sin letanías, sin remembranzas, sin sensibilidades... el mero dibujo de un asesino sanguinario y sin piedad.

Giró sobre sus talones. Y respiró cómodo...tranquilo, mientras sus pies derrapaban ligeramente en un charquito de sangre casi seca...

06 mayo, 2009

CONCIENCIA


Siempre pensó que los segundos posteriores a la entrega de su virgo serían especiales...

Pero no fueron así.

Adoptó una postura reflexiva y, quizá, excesivamente actuada, como pretendiendo llegar a un lugar mil veces soñado por el camino más forzado (y forzoso).

Cuando la inquietud la abordó de una manera violentamente vil y mezquina, se refugió en las canciones que había memorizado de niña, aquéllas que servían para empapelar las paredes de su habitación.

Entre los recuerdos, se coló el aroma del carísimo vino que él había elegido para la cena en el restaurante argentino.

Pero todo, a su alrededor, parecía como una tormenta de luces, repleta de fogonazos que la mareaban y golpeaban, desconcertándola, una marioneta usada a la que la tapa del bául le pilla por el cuello.

Y, ¿de verdad habían sido sólo unos minutos?...

Se acercó a la ventana, para escuchar, desde cerca, el repiquetear de las gotas de lluvia en el alféizar de su vieja ventana.

Recordó una escapada y su negativa a aquella (otra) impredecible invitación a cenar. Asumió la pérdida de sonrisas gratas y abrazos sutiles.

Y, con la claridad con la que se evocan los momentos que desearíamos olvidar, se le apareció la angostura de una tortuosa calle. Al fondo había una pared de ladrillos desconchados sobre la que se encontraba un mensaje pintado en escarlata: "Si consideras que es más sano encontrarse libre de pecado, al menos, guárdame tu primera piedra".

03 mayo, 2009

ANDRÉS


Anoche soñé que rodeabas mi cuello y que, con ese cariño que se profesa sin palabras, apretabas hacia abajo con la firmeza que siempre me recuerda tu calor e impronta...

Anoche, cuando todas las miradas estaban pendientes de las luces, me sentí absorto y volví a aquellas tardes en las que recorrimos ciudades ajenas con conversaciones de mayor a pequeño, con consejos que grabé a fuego y que me guían por los derroteros más esquivos...

Anoche, mientras algunos peleaban frente al Destino para encontrar unas sábanas calientes en las que paliar su ansiedad, mi cuerpo se dejó fundir contigo en un abrazo que me enternecía y reconfortaba mucho más que el resto de bellas palabras.

Anoche, en esa hora en que el reloj ya no es dueño de las decisiones, me recriminé, por enésima vez, no ser capaz de eludir ritmos más insanos y visitarte con la frecuencia que los otros consideran necesaria...

Anoche, como en las eternas caminatas de Valencia y Zaragoza, sentí ese carácter de influyente guía que me forjó un carácter indomable e incomprendido pero que, defenderé, por tuyo, hasta las últimas y más graves consecuencias.

Anoche, con esa resignación que deja la impotencia, me derribé y derrumbé en la imposibilidad de retornar al antaño nuestro...

Anoche, cerrados los ojos, apreté los puños y lancé un grito al interior cuyo destino era el cielo...

Esta mañana desperté... y alteré mis rutinas para encontrarte en tus recuerdos que, ahora, son míos...

Y siempre me alegrará creer que, desde arriba, me alientas...

Y si puedes (o quieres) leerlas, estas letras son para ti.

01 mayo, 2009

OSCURIDAD


Oscuridad... un picor repentino de ojos.

El ruido es atronador... y pierdo mis puntos (comunes) de referencia. Pretendo mantener el equilibrio, pero caigo.

Oscuridad... una oleada tremenda de calor pegajoso que se aferra a todos los poros.

Ya he visitado esta insana sensación en otras ocasiones, rememoro el pesar...

Nadie estima oportuno quebrar la continuidad y, en la batalla interior librada entre la conciencia y la honestidad, el resultado es combate nulo, tras haber caído ambos contendientes a la lona...

Oscuridad... maldita sea, que alguien encienda una luz.

Pero la pesadilla radica en una sonrisa que atormenta sin siquiera sonreír.

Y, en la tercera fila del patio de butacas, un espectador ya ha sacado de su chaqueta el libro de Camus, aburrido ante la representación del día.

Oscuridad... y ese dulzón relámpago que mantiene el alcohol cuando el hígado aviso de su masiva ingesta.

Y, cuando en el camerino, la actriz se desmaquilla, satisfecha por su actuación y todavía excitada por el aplauso del respetable, recuerda que olvidó.

Toma su teléfono y deja un mensaje en un frío y anodino contestador. Y continúa retirándose la pintura de la cara.

Oscuridad... y un peatón que camina contracorriente entre las obras que la Autoridad decidió colocar en el corazón de su ciudad.

Oscuridad... sólo rota por el reflejo de un parpadeo rojo cuando llega a casa.
Y se niega a escucharlo... y cae rendido entre las sábanas que huelen a vacío y eternidad.