31 marzo, 2011

LA TELEVISIÓN DE LA LAVANDERÍA


Suceden...

Sí, cuando yo ya no estoy allí.

Mientras en la televisión de esta lavandería repiten el combate de un título mundial que yo viví en directo.

Suceden cosas.

Tú estarás susurrándole bellas palabras a su oído, cobijada en su pecho.

Curiosamente, la acera de esta calle también estuvo presente aquella noche.

Las paredes de la habitación del hotel se cayeron aquel invierno.

La música que escucho se tergiversa fruto de la distancia que nos separa.

Mientras yo hablaba de desiertos de soledad, tú bromeabas sobre las instantáneas de los dulces.

Mi viejo corresponsal escribió su crónica obviando el día de Nochebuena.

La mujer del tiempo confundió la borrasca con un anticiclón.

Y, cuando te marchaste, el cielo se abrió.

Y durante cuatro meses no paró de llover.

Suceden cosas.

Fui testigo indirecto de algunas de ellas.

Mis pupilas se han dilatado, pero los rayos de sol nunca llegan a este cubículo de materiales ligeros y transparentes.

El vigilante de seguridad decidió quemar la hoja de registro de visitas del edificio... poco antes que éste se desplomara.

En las cenizas de aquel fuego se encontraron las rimas perdidas de un poema que jamás voy a escribir(te).

Los cigarrillos desaparecieron del recipiente pero la suciedad incrustada no se supo desprender.

En la televisión, el campeón ha vuelto a vencer al aspirante... pero mis recuerdos eran diferentes.

Igual siempre lo han sido...

Mientras, tú continúas saboreando bombones de chocolate blanco sin licor.

27 marzo, 2011

EL LIENZO



¿Para qué quiere este viejo cuadro?


No es asunto suyo.


Sí lo es, al menos mientras sea de mi propiedad.


Soy pintor, el lienzo es antiguo y parece en buen estado.


Dos mil.


Usted sabe que una tela no tiene ese precio.


Todo cuesta lo que alguien esté dispuesto a pagar. Dos mil, esto no es una casa en la que se permita regatear.


Caballero, dejemos de entronizar determinadas composturas.


Un fajo de billetes cayó en la mesa.


Sus dos mil.


Su cuadro... o su lienzo.




* * *




No debería caminar por Berlín sola a estas horas.


Disculpe...


Le decía que no debería recorrer la ciudad por la noche sin compañía.


Soy ciudadana americana.


Eso no es óbice para que algún desalmado pretenda atacarla. Le acompañaré a donde se dirija, salvo que sea un inconveniente para usted.


Lo es... y sé defenderme yo solita. Además, ¿qué protección puede ofrecerme un pintor que carga con cuadro bajo el brazo?


Discúlpeme, entonces.




* * *




Perdone.


Sí, soy americano.


Mi mujer acudió a un concierto en el Teatro ________________ y no ha regresado.


¿Cómo?


¿Qué espere?


¿A qué debo esperar?


Llamaré al Consulado... A la Interpol si hace falta.


Maldito teléfono.




* * *


Me gusta su obra.


No es mía. Ahora es suya.


No, yo tan solo la he pagado. Las ideas pertenecen a su creador, no a su propietario.


Adoro su vino.


Ve. Yo tan solo soy el propietario del vino, pero su sabor solo pertenece al maestro enólogo que es capaz de descubrir ese universo de matices.


Lleva razón.


Por cierto, ¿escucho lo del asesinato de esa joven?


No, estuve recluido en mi estudio durante los últimos meses, acabando su, por mejor decir, mi obra.


Estoy muy satisfecho, el lienzo que utilizó en este retrato es antiquísimo.


Es usted todo un experto, señor.

26 marzo, 2011

CRÓNICAS IMPROPIAS


Es el horror del viento cuando amanece.

El error de tus pasos desnortados cuando todo ha acabado... ya.

Y las calles vacías, pero gritando tu maldición.

Boqueas.

Corres.

Paras y tu corazón pareciera rehuirte.

¿Dónde estás?

Los pájaros afinan sus melodías.

Las cucarachas retornan a sus agujeros.

Los coches trazan curvas en dirección contraria.

Madrid está agonizando.

Fue el cuadro que pintaron los vencidos.

Vuelves a lanzarte en un vertiginoso descenso.

Escuchas el agua de una fuente gotear.

Sientes miedo.

Pánico.

Atroz.

Boqueas.

Y solo entonces descubres que estás parado.

Agachado.

Sosteniendo tu cabeza con las manos entrelazadas.

Ves que el suelo se comienza a teñir de sangre.

Escarlata.

Tuya.

¿Dónde estás?

El horror ya no es el viento.

Y parece amanecer.

Pero es el atardecer de tu final.

23 marzo, 2011

LOS BARCOS


Como barcos que se cruzan en la noche.

Sabedores de la existencia del otro.

Guiados por la incertidumbre de su realidad.

En la barra de un bar de carretera, acodado, etílico, pero lúcido, alguien no tan joven se interroga sobre cómo era el mundo antes de los avisos de llamadas telefónicas perdidas.

Como dos ingentes moles que avanzaban en la oscuridad.

Temerosas de chocar.

Ansiosas de descubrirse esos lugares que compartieron y que reservan, especialmente, a la vez que mienten sobre su capacidad de aguante a la distancia y la soledad.

Varios meses después, los restos de aquel naufragio todavía emergen en los corazones supervivientes.

Esconder una realidad no implica, necesariamente, estar mintiendo.

¿Cómo eran tus noches antes de aquella noche?

Los viejos marineros apuestan sus dientes de oro por el accidente de los navíos extranjeros.

Y las gaviotas merodean la orilla con aleteos irregulares.

Las prostitutas se recuestan en la mugrienta esquina de una calle en la que robaron las bombillas de las farolas.

¿Qué has olvidado de esas veladas en las que los camareros admitían reservas hechas a nombres de personajes de novela?

¿Qué has escondido en alguna olvidada caja de latón?

Sentada al frente del timón, en esta noche de tormenta, ¿sabrías permitir que el mar guiara tu rumbo?

En la noche...

En la noche en la que los barcos se cruzaban en el mar.

20 marzo, 2011

DEMASIADO TARDE



Todas las paredes están pintadas.


Y los trazos multiformes no evocan otra inicial distinta a la tuya.


Hoy dormirás en esos brazos temerosos y dubitativos.


Y mi mente se encierra en el recuerdo de noches que, siendo nuestros, ya no nos pertenecen.


¿Será el sabor dulce de la ginebra que diluye el movimiento de mi sangre?


¿Será?


¿Será el cansino caminar de las palabras en mi etílica lengua?


¿Será?


Paseo por las aceras en las que nuestras miradas se enfrentaron con la urgencia de la pasión.


Donde ambos pecamos, después de habernos negado una oportunidad.


Ahora, sé que mi inventiva crearía una sucesión de frases que hirieran y maltrataran nuestra pequeña historia.


Hoy, estoy seguro, no habrás dedicado ni un solo segundo de tu tiempo a pensar en mí.


Y, sin embargo, en los muros de las calles que recorrimos aún sobrevive impregnado el color de nuestros corazones y las iniciales de nuestra derrota.


¿Seguirá lloviendo?


¿Seguirá?


¿Alguna vez recordarás la primera tarde en la que ofrecí mi debilidad a tu implacable juicio?


Hoy, quizá, todo sea demasiado tarde.

18 marzo, 2011

PERFUMES DE DECEPCIÓN


La estás viendo.

Es su recuerdo.

No camines.

Su pelo.

Aquella sonrisa.

No hables.

Miéntete.

Su olor.

La suave fragancia que todo lo impregna.

Su ropa interior.

Incoherente discurso.

Estás naufragando en tu perdición.

¿Por qué lo hiciste?

Sientes un calor extremo.

Sus caderas aprisionan tu cintura.

No abras los ojos.

Un relámpago asola tu bajo vientre.

Estás a punto de suicidar tu entereza.

El camino que lleva hasta la realidad...

¿Existe ese sendero?

¿Quién ha dibujado una sonrisa escarlata en el rostro de la realidad?

Miéntete.

Sin hablar.

Únicamente permite a tus sentidos recorrer esos parajes... de nuevo.


15 marzo, 2011

LA MUJER DEL BLOC

La mujer del bloc descansa en su litera.
Mira, con tristeza, la raída manta que apenas cubre el lecho e introduce uno de sus dedos en los agujeros del paño.
Recuerda aquella mañana.
Vuelve a escuchar los disparos.
Evoca su fragancia (unas horas antes).
Su sonrisa cuando, después, le decía, apenas en un susurro, que su cuello olía a pólvora.
Coge un pedazo de papel del suelo y dibuja un croquis del lugar, de aquel espacio abierto.
Él, colocado en la ventana de un quinto piso, apostado con un rifle de mira telescópica.
Ella, concienzudamente entregada a un dibujo que parece no querer acabar, junto a una libreta de tapas negras.
Él, el otro él, esperando a alguien en una esquina ajetreada de la ciudad que no conoce de pausas, ni descansos.
Ella, la otra ella, dubitativa en su descenso, con la altivez de la seguridad y el pánico de la incertidumbre del porvenir.
Y el disparo.
Seco.
El tiempo acelerado.
La huida, su huida y las noticias del periódico del día siguiente.
Aquel agente de policía, su interrogatorio y la frialdad de las esposas en sus muñecas.
Las duchas, la endeblez de su desnudez. La tensión de la seguridad de la presencia de un cuerpo desconocido en la oscuridad.
El croquis, aquel dibujo perfecto que parecía esconder más de lo que realmente revelaba.
Y, ahora, en la nimiedad de los cráteres de la manta, pespunteaba los secretos que aquel comisario descubrió... solo unos segundos antes de morir.

13 marzo, 2011

TRACK 3


Cuando recuerda el contenido de aquella carta, distraído, prefiere esconderse entre las nubes de humo que expulsa por la boca.

Odia el olor a tabaco, pero la niebla figura imágenes de fantasmas que le ayudan a evitar el tormento de lo vivido.

En la televisión, de fondo, un programa en el que dos presentadores, jóvenes, atildados, glosan las maravillas del nuevo y espectacular modelo de picadora de alimentos.

Es una indeterminada hora entre la madrugada y el amanecer.

Nunca es tarde para escuchar aquellas voces.

Enciende otro cigarrillo, blasfemando entre dientes al notar la proximidad de la llama sobre su barbilla.

Desde que se fue, el reproductor musical continúa en pausa, en el minuto dos y quince segundos de la tercera canción.

Track 3.

Pista 3.

Aterrizar o despegar son movimiento ajenos que comulgan con la huida.

Cuando ella se marchó, las flores del jardín descubrieron su primer año sin primavera.

Desde la ventana, observa con indiferencia los ingentes esfuerzos de un gato por encontrar el hueco de la bolsa de basura que le permita acceder al tesoro.

Los caminos hacia la satisfacción están plagados de sacrificio.

Ella odiaba a los gatos.

Abre la nevera y, con desolación, comprueba que no queda más que una botella de alcohol sin abrir y varias piezas de fruta oxidadas.

Quiere pulsar la tecla de encendido del reproductor...

Pero su miedo le atenaza.

08 marzo, 2011

LA TORMENTA (AKA THE STORM)


Después escuchó su voz... y, al fondo, percibió una iluminación espontánea a la que, como parecía obvio, siguió el atronador retumbar del trueno.
Quiso colgar, pero continuó sufriendo con el auricular apenas despegado unos centímetros de su oreja.
Se contestó a miles de preguntas, mientras escuchaba la sonrisa que, al otro lado de la línea, carcajeaba impúdica y libremente... irresponsable, mágica, ineludible, cautivadora.
Y, de nuevo, el fogonazo de luz blanca... y el sonido que hacía retumbar los cristales de la habitación.
Se sorpendió contando los segundos entre el baño de luminiscencia y la orquesta grave del murmullo ronco e inalterable.
El discurso, que se expandía a su antojo desde su oído hasta coronar en las descargas eléctricas de su cerebro, le acongojaba.
Su memoria visitaba, a la velocidad de la luz, el sonido escabroso y desdichado de la malda.
Y naufragaba en su voz... próxima a la ruptura, melódica y doliente, indefinible en su majestuosidad y belleza.
Escuchó un adiós sorpresivo, raudo e inesquivable.
Sintió el silencio, breve...
Y la habitación se bañó de blanco.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete...
El sonido amortiguado de un trueno en la oscuridad.
Se descubrió en una cama que no era la suya.
Con la mente puesta en un cuerpo que, posiblemente, jamás fuera suyo.

07 marzo, 2011

VISIÓN (EN TRES ACTOS)


Divagaba en la soledad de una triple compañía que le escuchaba sonriendo. "Me encuentro en sintonía con el mundo...".
El erizo de mar, curiosamente, era de menor calidad que el que habitualmente servían. "Después de muchos años, creo que éste es el país en el que quiero vivir".
La cerveza, y el camarero era plenamente consciente de ello, estaba caliente.
"No puedo razonar más
-mintió. Es el paso, bueno... mi paso hacia... ¿cómo demonios explicarlo?... El dulzor del éxtasis".
Las sirenas de la ambulacia móvil se detuvieron en la puerta de entrada del restaurante.
* * *
En el asunto del correo electrónico, en un perfecto castellano, la remitente, escandinava, dentro de la generalidad de un nombre impronunciable, había colocado un revelador "la longitud misteriosa".
Pulsó repetidamente con el cursor del ratón sobre el mensaje, que se encendía en un azul cada vez más oscuro, tendente al negro. La pantalla del ordenador fundió en negro, con un minúsculo punto blanco justo en el centro. Tres segundos después, cuando estaba a punto de descolgar el teléfono para comunicar con el servicio de incidencias de urgencias, el archivo se abrió. Sonrió al confirmar que se trataba de publicidad sobre un potenciador eréctil.
* * *
"Descuide, yo me ocuparé de sus maletas". La tormenta era torrencial y la alfombra roja que daba acceso al hotel se encontraba empapada. El hombre permitió que le arrebataran las maletas con ruedas, pero retuvo en su poder el maletín con el ordenador portátil. Formalizó su entrada, facilitando un nombre falso, y preguntó si estaba disponible el servicio de Wi-Fi. "Esta tarde, señor, estamos sufriendo una serie de inexplicables problemas de conexión".
Se giró y detuvo su mirada en los números rotulados en la enorme llave de su habitación.
"Les agradecería que me arrendaran un vehículo para las ocho de la tarde. Reserven una mesa a mi nombre en el mejor restaurante oriental de la ciudad".
Cuando llegó a su habitación, descubrió que, tal y como le había alertado su sueño, el agua de la ducha salía helada.