30 marzo, 2010

BELLEZA PRECIOSA


El sol golpea en la vieja madera barnizada sin excesivo rigor.

Los cristales olvidaron colmatar los resquicios de las ventanas que flirtearon con la luz inimitable de la luna, presidenta del camino de cirios y colores.

La melodía acompasada ya escapó por los corredores de la ciudad, con el viento, tributando una plegaria de musicalidad a las avenidas.

Y el aire huele a especias y aceites...

Y los silencios se asoman a los ventanales de los rascacielos, saludando y ordenando la llegada del nuevo hoy.

Todo, en silencio; todo, en una escena de siglo pretérito.

Y la noche quiebra la luz de la luna, permitiendo que los rayos del sol más madrugador bañen la estancia con su más cegadora fuerza.

Y las curvas líneas que atraen mi mirada se alzan preciosas sobre los colores ocres y dorados de un viejo mar en calma.

Me resisto a creer que sea realidad.

Pero las punzadas provocadas por las severas marcas de las fauces de la más encantadora de las creaciones, me devuelven a mi ser...

Y continúas, imposible de definir con palabras, como el murmullo que dejan las explosiones de color de los primeros brotes de la primavera, con el ímpetu que derrochan las esencias destiladas con la más pura y perseguida alquimia.

Mientras, en el exterior, lo cotidiano e irrelevante transcurre entre gritos de saludos madrugadores y charcos de agua que patentizan la reiteración.

Y los recovecos del lienzo se impregnan de suspiros sostenidos en viejas danzas rituales.

En ojos enfrentados y sostenidos con pasión adulta; en cascadas de pétalos que conforman rosas inmediatas escondidas en los más profundos tesoros.

Cuando los relojes olvidan la monótona sucesión de noches y días; en aquellos lugares comunes en los que los calendarios podrían comulgar de horas de cuatro estaciones...

Sí, en esos segundos, que desearías mantener detenidos, mientras los periódicos relatan noticias de años pasados y de otras centurias por venir.

Esos cuadros en los que la curva de tu sonrisa provoca la finitud de la belleza de la palabra preciosa.

25 marzo, 2010

N.


La noche es oscura y lúgubre.

Las nubes suavizan su paso en el firmamento.

El viento, que es el hermano mayor y más aventajado del aire, transmite un dulzor de azúcar y sangre.

Puede que las lágrimas bajen del cielo y retornen a los corazones, en una especie de movimiento auricular-ventricular, reiterado, parsimonioso...

El espectro avanza, recorriendo sigiloso y calmo sus dominios, con la certeza y la tranquilidad de los que han descubierto que la finitud temporal y espacial no hace presa sobre ellos.

Los poetas cierran sus cuadernos.

Las novelas románticas se preñan de hombres vestidos de negro y palidez...

Algunos cristales se quiebran.

La imagen se alza, esplendorosa, sobre los restos de un féretro de madera con astillas y clavos oxidados.

Azufre y repulsión.

Conoce los recovecos de la línea del crepúsculo.

Adora esa escasa luminiscencia de las estrellas que salpica la oscura bóveda que corona el cielo.

Añora otros tiempos, la noche de los tiempos... de todos ellos.

Ha escudriñado el horizonte, con quietud, y ha decidido extraer del arpa los sonidos más puros y diletantes... el aroma de los elixires, el alambicado y reducido perfume de los sentidos.

Conoce cuál es el sendero de vuelta y adivina las sorpresas que le deparará cada puerta cerrada, cada invitación a traspasarla.

Es el dueño.

Por eso, plegando y batiendo sus alas, se encamina a una nueva cacería.

Permitiendo que el aire limpio y la pulcritud de la madrugada penetre por su cuerpo indemne, superior...

Hasta que un latido, breve y conciso, le alerta de la presencia vital, de su más indispensable sustento.

Y cae en picado. Raudo y certero. Febril. Poseído. Victorioso.

Penetra. Succiona. Se altera...

Todo en él es majestuosidad.

Y abandona un pasado de nada; yermo, caduco...

En su vuelo, satisfecho, henchido de plenitud y vida, tan solo ansía olvidar.

Para el resto de la eternidad.

Y su letanía le tortura.

Y le persigue.

En forma de rostro de mujer a la que dirigió su única pregunta en la trémula oscuridad de las sombras de la noche.

23 marzo, 2010

LA FORTIFICACIÓN

Escribes, en la arena, un nombre en idioma extranjero.
Miro tu dedo pasear, acariciándola y retirándola, creando pequeñas montañas que me parecen imposibles de coronar, picos en los que disfrutar, con tus ojos, de los amaneceres que el tiempo me va a negar.
El nombre ha quedado escrito, firme, altanero, podría decirse que altivo y provocador, como el espíritu del luchador que, jaleado por su público, se acerca a las dieciséis cuerdas...
Pero las colinas que lo rodean son los barrotes de una jaula que circunda y deslinda el paraíso de los infiernos que anuncian la debacle.
Miras, tranquila, anestesiada, como si el influjo de las sustancias ya no importara, tu obra... y, alzando tu geografía hacia el cielo, te elevas, girando sobre tus talones, para comprobar si el agua destruirá la endeble fortificación que acoge tu tesoro.
Y yo, desde mi oquedad, advierto que olvidé mi lenguaje, mis palabras... y que el nombre podría ser, incluso, el mío... y las gaviotas lo chillarían sobre mi cabeza, coronando tu majestuoso porte.
Tu silencio es el de los templos expectantes acogen al peregrino que, por vez primera, pierde sus fatigados pasos entre la frialdad de los muros de piedra, desnudos, oscuros, abigarrados...
Tu silencio, sí, solo verbal, que muta en presencia escrita, en epitafio destinado a un nombre extranjero... o a un hombre que ha olvidado su denominación.
El mar resuena de fondo, con la quietud de las grandes ocasiones, con la parsimonia del verdugo que, avezado, golpea lenta pero reiteradamente, para causar un dolor aún más insufrible.
Has abandonado tu postura.
Puedo creer que, aún, has obviado tu sustancialidad y has transgredido las leyes de la Física.
Has abandonado tu cuerpo... y tus principios.
Has señalado mi imagen... dibujando su final.
Y, como la araña encubre su cuerpo en la tela, has custodiado mi epílogo en altísimas colinas que jamás escalaré.
Al fondo, escucho el murmullo de un torrente de agua que no acudirá a mi rescate.
Y sonríes...
Y desaparezco... entre muecas de indiferencia y pérdidas de ilación en el discurso.

21 marzo, 2010

ANTOJO Y APARIENCIA



No se te antojaron miles las gotas de agua caídas desde el cielo durante este equívoco, y despiadado, intermedio del trasnochador invierno primaveral.

Respóndeme.

A mí. O al viento.

No se te antojaron eternas las noches, su duración, su lento caminar, el pesado suceder de estrellas mientras los relojes crepitaban, con fuego, en las balconadas del deseo.

Contéstame.

Por favor... o por piedad.

No se te antojaron fantasmas las presencias que elegían los caldos y las viandas, las figuras y rostros que carcajeaban, con estruendo, al tiempo que tu ensimismamiento abrazaba a la melancolía y la nostalgia.

Confiésalo.

Por tu honor o por otros altos juramentos.

No se te antojaron conocidos los crujidos que la madera emitía al sentir tus pisadas. Sí, en aquellas frías estancias en las que los rostros de los santos amparaban tu confesión.

Miénteme, al menos, si no fue así.

Por piedad o por honestidad.

No se te antojaron puñales que se clavaban en lo más profundo de tu espalda las palabras que regalaste ante unos ojos que no devolvían el fuego que esperabas.

Susúrralo a mi oído.

Mientras la música, atronadora, nos recuerda la inquietud de nuestro divagar.

No se te antojaron laberintos las calles que paseaste, serpenteantes y magníficas arterias que bombeaban una sangre por la que darías la tuya.

Asegúrame que no sentiste ese profundo escozor de la distancia.

Hazlo por las noches de suelos mojados.

Hazlo por los cantos de sirenas.

Por el brillo azabache que me deslumbró.

Por las palabras que imaginé pronunciadas en tus labios.

Sostén mi mirada, que ha adivinado el derrumbe y la fugacidad, y resérvame tus más secretos antojos.

19 marzo, 2010

LOS GALLOS AZULES EN LA PLAZA DE EUROPA


Quiero creer que no compusiste esa canción celebrando el dudoso honor de sentirse vencido por el desamor de esa sirena, hierática, que había recitado bellas sonadas lisonjeras en tu castigado oído.

Pero los acordes suenan desgarradoras y sinceros, comunicando el devastador influjo de las olas que asolaron tus orillas.

Escucho esas rimas y me recuerdan a la piel blanca y tersa, al pelo lacio y rubio de una mujer capaz de desaparecer...

Y adivino que, en las cuerdas de tu guitarra, hay temblor y rencor, por la entrega que dejaste en sus tardes de otoño por las plazas de esa ciudad sin alma que es la capital.

Quizá, incluso, en ese cuaderno de notas que extraviaste en uno de tus viajes hubiera un poema en el que tachaste palabras que deseabas gritar al viento de la incomprensión.

He caminado esos mismos senderos.

He permitido que mis pies, débiles, se hundieron en estos mis fangos...

Quiero creer que tu inspiración no era el dolor.

Maldita sea, quiero hacerlo.

Escucho el hielo de tus palabras, de las referencias cruzadas en las estrofas que demuestran la clarividencia de la derrota y el vigor de la soledad.

Imagino que habitas en la mazmorra del dolor y la desesperación.

Ese círculo de hielo que afila sus cuchillos ante sus prisioneros.

Quiero creer que, al menos, habrás adivinado que, en la sonrisa de la luna en cuarto menguante, existe un mensaje cifrado.

En la lluvia de esos días en los que los climas divergen y se suceden... en la lluvia, seguro que tú también pudiste percibirlo, el amor rebeló los sinuosos caminos que nos deparará el Destino.

Y, en su curvilíneo avance, estimo que se perfila una luna en retroceso.

Puede que, incluso, en Gijón, desde un ático de la Plaza de Europa, la imagen que se visualice sea la misma que desde este trampolín suicida de Madrid.

Incluso, la luna parezca dibujarte su sonrisa, esa misma que te abandonó haciendo pedazos tu corazón.

18 marzo, 2010

TELARAÑA


Ella se recuesta sobre la vieja puerta de madera.

Un hombre, ensimismado, afana en resolver una complicada integral.

Al mismo tiempo, en otro lugar, apartado, de esa misma ciudad, una mujer estudia el vuelo de un vestido en varias fotografías de estudio.

Mientras, el lápiz afilado contornea la silueta, bien trabajada, de las piernas de una mujer.
El canto de sirenas nadaba entre las olas que batían extramuros del estudio del viejo novelista.

Ella sonríe... Y el mundo parece temblar.

Las incógnitas de la fórmula se antojan, por momentos, obstáculos insalvables que demuestra la finitud del conocimiento humano.

Los álbumes son recorridos, con ardorosa rapidez, por la mano enjoyada y sutil de la diseñadora.

Los colores explotan en la paleta del pintor que, al amparo de las sustancias, permite que su imaginación tropiece con la inspiración.

En la memoria del escritor entrechocan recuerdos e invenciones y conviene, incluso a pesar de su propia honestidad, que mezclará unos y otras.

Ella es la dueña del tiempo y juguetea con él, como hace con su pelo, a su más indescifrable antojo.

El enunciado del problema resultaba más intrincado de lo que, a priori, se alzaba.

La premonición tornó en realidad cuando adivinó que los diseños escondían algo más que pasión artística.

Colocó un punto final que, en línea de principio, era solo el comienzo.

Y ella lanzaba los dados, despreocupada por un resultado que, de antemano, conocía ganador.

Los efectivos de la Policía recorrían la ciudad.

Y ella, solo ella... guiaba los hilos de la telaraña por la que se entretejía el futuro.

Un futuro que adivinó en una retórica pregunta sin responder.

16 marzo, 2010

ÁNGELES


No sé si ustedes los vieron pasear por los tejados de la ciudad.

Calmos, pausados...

Quizá, diríase que absortos en profundas reflexiones y muy inquietantes conjeturas.

Pendientes de lo que acontece bajo sus pies y enfrente de sus ojos cansados de mirar con ese sentir vívido que otorga la eternidad.

Dispuestos a echar a volar...

Puede que nos los vieran o que no se percatasen de su presencia.

Alguna vez, en esas noches errantes y meditabundas, alguna vez, sí... parece, incluso, que jugueteen con instrumentos musicales y, desde las alturas, regalan un arte clásico de música nostálgica e irrepetible.

Sin embargo, sus alas comulgan de la transparencia de la verdad y del miedo de lo onírico.

Ellos, lo saben todo. Ellos, conocen el sentido de las apuestas antes de ser, incluso, puestas en liza.

Visualizan, como si de un tablero de ajedrez se tratara, todos los movimientos (nuestros pasos) en el damero vital que nos acoge.

Y continúan tranquilos, pensativos... esperando que exista un bello momento que poder anotar en sus cuadernos inmaculados.

Un segundo lo suficientemente especial y bello como para quedar recogido, eternamente, en esos reductos de memoria.

Se sonríen cuando escudriñan el caminar de alguna noctámbula pareja en las tortuosas callejuelas.

Suspiran y esperan que el tiempo no venza.

Que la previsibilidad resulte derrotada.

Que las reglas no estén fijadas de antemano.

Que todo pueda suceder.

Y baten sus alas...

Y continúan calmos, pausados...

Diríase que hieráticos.

Sensibles, tan solo, al amor.

BOCA DO INFERNO


"Ya solo le faltaba decir que L. era airosa en su serpentear y era una inquietante ciudad en la que uno nunca sabía si acababa de llegar al fin de un viaje o al punto de partida. Ya sólo le faltaba decir que L. era una ciudad que a veces parecía surgir como una serpiente surge de su piel. Pero esto será mejor que lo diga yo de mí mismo, que a veces tengo la impresión de surjo de lo que he escrito como una serpiente surge de su piel, aquí en esta isla de palmeras y eternidad donde todos los días hundo en tinta mi pluma y donde el tiempo, en su teatro armado sobre la calma y el poco viento, también para mí pasa lento y pasa fácil, porque la vida aquí es fácil, y mi reloj muy lento y, además, para qué negarlo, yo sólo soy un principiante, el principiante más lento". El viaje vertical. Enrique Vila-Matas.


La mujer se llamaba Lilith.

O quizá no, y mi memoria, ahora golpeada por el alcohol, quiera bautizarla así en el día de hoy (que, posiblemente, sea, todavía, ayer).

Dylan confiesa, de forma desgarrada, su deseo de ser joven... para siempre.

Pero las calles continúan estando mojadas... y, en su fuero interno, mantiene su convicción de ser un auténtico desastre a la hora de arrancar notas de la armónica.

Nadie es capaz de perdonar los errores cometidos.

Todos escribimos una historia que, sin embargo, se compadece de la peor de las maneras posibles con la realidad.

¿Recordarían la última canción que escucharon en el taxi que les devolvió a su hogar?

Algunas conversaciones refieren haber visitado el lugar más decrépito e insostenible de este Mundo... pero pocos se aventuran a delimitar el concepto geográfico de Mundo.

Espero que los despertadores me olviden.

Aquel lugar estaba señalado como la boca del infierno... y, sin embargo, nunca creí que el viento que azotaba aquel paraje fuese, como era, el lamento de las madrugadas que no caminamos.

He repasado todos los pentagramas en los que, de niño, me obligaron a colocar, dibujadas, las escalas musicales.

Maldije mis eternas preguntas...

Rememoré las desafortunadas respuestas...

Y he odiado que los billetes de avión de mis viajes no confluyan con los tuyos.

Y he odiado, sin odiar...

La luz pasa por el cristal y hace divergir los colores.

En rayos oblicuos... que, para casi nadie significarán nada...

Para casi nadie.

Excepto para esa voz, susurrada, que escucha con melancolía el lamento de las madrugadas que no caminamos entre puertas pintarrajeadas con pinturas de colores.

Puede que ustedes no lo entienda.

Quizá nadie lo haría si un viejo les dijera que se gana cuando se pierde...

14 marzo, 2010

DOS LUNAS


Son dos las lunas que enseñorean esta madrugada.

Dos.

Inaprehensibles.

Mágicas.

Enigmáticas.

Luminosas.

Brillantes.

Son dos, como las piezas de un rompecabezas que sirven para concluir el juego.

Silenciosas.

Majestuosas.

Enfrentadas.

Hieráticas.

Pretenciosas.

Son dos minúsculas gotas de luz en el más descarnado e impenetrable telón negro de la noche.

Suspiradoras.

Incomprensibles.

Esquivas.

Perspicaces.

Inenarrables.

Son dos trozos de diamantes que persuaden al caminante para que continúe su deambular.

Aunque los auspicios no resultaran halagüeños.

A pesar de que la luz del pueblo en el que pretendía descansar sea la de un funeral... La de la historia de un sueños de ataúdes que, por puro pánico, por simple horror, no puede ni revelar en voz baja.

Son dos lunas.

Y ninguna dormirá esta noche a mi lado.

Existen noches con lunas.

Lunas de encaje y de irisado resplandor.

Insomnes noches de evocadores recuerdos.

Dos cisnes navegan lagos de plata mientras, en la orilla, el pianista interpreta una obra maestra compuesta al dictado de sus rápidos dedos.

Son dos las lunas que enseñorean esta madrugada.

Ya no aseguraría que el reflejo en el papel de plata fue de pavor.

Las lunas se perfilan, coqueteando, impostoras y suficientes.

Como si la noche no fuese a acabar.

Como si las palabras no sirvieran de nada.

Como si las ciudades no quisieran ser paseadas por nuestros amores.

Inspiradoras.

12 marzo, 2010

F.D.


As de copas, cinco de bastos, dos de oros, tres de espadas.
He descubierto universos indescriptibles en el negro de tus ojos.
As de copas, cuatro de espadas, siete de bastos, sota de oros.
Ciertos aromas rememoran, en mi memoria, momentos de gran sinceridad.
Sota de oros, as de copas, caballo de espadas, siete de copas.
El silencio de tus palabras, el miedo a la indefinición. Los lunares blancos sobre el negro.
As de copas, as de oros, sota de oros, dos de bastos.
Las palabras del diccionario revelan significados ocultos y postreros.
As de copas, as de oros, rey de bastos, rey de oros.
Violetas irisados que no acierto a explicar… el horrible trabazón de mi lengua.
As de copas, as de oros, as de espadas, rey de oros.
Cisnes que circunnavegan los océanos susurrando óperas de Puccini.
As de copas, as de oros, as de espadas, as de bastos.
El emisario me entrega un sobre lacrado respecto del que ansío adivinar su contenido.
Envites victoriosos.
Mesas reservadas en homenajes a héroes y heroínas.
Cartas perdedoras.
Jugadores vencidos.
Jugadas perdidas.
Manos vencedoras que tiemblan ante el siglo.
As de copas, as de oros, as de espadas, as de bastos.
Bolsas antiguas con disfraces de niño.
Palabras que arrastra el viento.
Se preguntaron el número de naipes que conforman la baraja de los juegos no reglados.

10 marzo, 2010

ARREGLOS DE DIARIO


Sé que existe el cielo,
vi las puertas del infierno.
Acomodado en el Paraíso,
recobré la cordura y la inquietud.
Los ojos delatan el desestabilizar
cuando la mirada se deja llegar atrás.
11-XII-2002 (Arreglo del diario)

Temeroso de ser acogido por el oscurantismo del reino de los celos,
los brazos tendidos del miedo,
me acunan en su dolorosa celda de cristal.
16-XII-2002 (Valoración calmada de lo que pudo haber sido)

Lo peor... aún no ha pasado.
Dicta el corazón la justicia de una historia
en la que debilitó su aguante por la mera gallardía del orgullo,
que aún mantenía la fe en la creencia generalizada.
La noche recuerda, fiel testigo, a aquellos que la dañaron.
17-XII-2002 (Extensión de una anotación en una felicitación navideña)

El Destino se encarga de escoger los caminos
por donde transcurre la existencia.
Solo el amo puede hacerlos confluir
en la lotería del azar imprevisible.
17-XII-2002 (Valoración distante de una demostración de lealtad)

El filósofo es una mente entregada a la valoración, a la reflexión;
una vida atormentada, necesariamente, por la finitud racional.
17-XII-2002 (Recurrente idea tras el estudio)

Continúa mostrándome la eternidad...
Y permaneceré asido a tu estela para siempre.
12-I-2003 (Arreglo, enamorado, de un SMS)

Abandonaste el mundo de la existencia,
trascendiéndote,
para llegar al mundo de lo ideal
(=reina de un olimpo individual con un súbdito perdidamente
creyente de la fuente del ideal).
Te amo por los rincones del pensamiento.
La noche es la mensajera de mi más dulce y delicado beso de amor.
16-I-2003 (Sumido en la distancia, perdido en
lo memorístico y confiado en la gallardía)

Entender que la vida puede ser sólo una rosa con cuatro espinas (Saint-Exupery).
Salir a otear el cielo en busca de una estrella que permanece ajena a todo tipo de reflexión.
Comprender, aún sumido en las responsabilidades y los devaneos adultos,
que un segundo de silencio es,
conocido el amor, un instante de recuerdo y entrega.
20-I-2003 (Ella... sus recomendaciones literarias)

En la habitación que olvidó la habitual sucesión del día y la noche,
los rayos solares no penetran el fortín creado por la concienciación interna.
El único reducto, la válvula de escape,
pasa por el posicionamiento mental en sentimientos ampliamente asentados.
20-I-2003 (La nebulosa encierra pesar)

Descubran la entrada al mundo de los sueños;
disfruten de sus colores, de sus perfumes, aromas...
Piérdanse un segundo en la cotidianeidad
y conocerán el sabor menos calmado de la desolación.
(24-I-2003)

Vigilar el horizonte afirmando tu presencia,
dejar que sea el recuerdo el que ordene las ideas,
enternecer la palabra para que te llegue más sincera...
El amor solo puede ser pagado (=correspondido) con amor.
25-I-2003 (Emocionalmente tuyo)

Sí, el recuerdo calma pero no consuela.
La distancia mantiene la inquietud y el tremendismo (a iguales dosis)
en una justa mezcolanza que, en ocasiones,
es fruto del desasosiego y la agonía vivencial.
Duele pensar en ratios temporales...
25-I-2003

Pensé que el amor era una realización inalcanzable.
Dejé tiempo y palabras en pretender demostrar que era únicamente debilidad y fantasía.
Ahora lo toco con mis dedos.
Estaba equivocado.
Antes, quería pensar el amor...
Y solo puede sentirse.
V-2003

Llegas y, con tu presencia,
llenas mi universo de candidez y dulzura.
Lo demás ya no entiende de especialidad o morbo.
Tu silueta campa a sus anchas por mi entendimiento.
Siéntete comprendida y alabada, musa.

V-2003.

09 marzo, 2010

CREPÚSCULO INTERIOR


Alguien espera en un portal.

La lluvia cae, malignamente, inmisericorde, sobre el suelo de la ciudad.

Los neumáticos aceleran y atropellan, con virulencia, un guante olvidado en el suelo.

Los vendedores ambulantes recogen, con torpeza y prontitud, su mercancía.


Narro desde el crepúsculo interior que establece los recovecos del horror:


Cuando despertó los muebles no estaban en la misma posición del día anterior.

Con sigilo, la madrugada aún apuraba sus últimos vaivenes, tanteó la mesilla de noche, y encontró la pequeña bandeja de alpaca.

En las más trémula oscuridad, aspiró con fuerza.

Se vistió sin mirar su imagen en el espejó y torció el gesto con indisimulada resignación.

El calendario colgado de la pared hablaba de tiempos lejanamente pasados.

Cerró la puerta y encaminó sus pasos a la madrugada de calles encharcadas.


Nadie esperaba en la quietud del recibidor.

Dirigió una muy rápida mirada a la publicidad que sus vecinos habían depositado, desde los buzones, a la repisa del armario de los contadores de la luz.

Salió a la calle, respirando un perfume imposible de catalogar.

El asfalto de la carretera relucía, rebotando la luz de las farolas.

Quiso recordar la melodía de cabecera de una antigua serie de televisión, pero no acertó.

En el suelo, huérfana y desmayada, una bufanda raída imploraba atención.


Evitaba, con parsimonia, los charcos.

Se cubría con un gigantesco paraguas.

Una pareja se entregaba con frenesí al ritual del amor buscando cobijo en el habitáculo donde la entidad bancaria había incrustado el cajero automático.

Recitó, de memoria, el comienzo de poema de Rilke.

La imagen se le antojaba imposible, pero era la presencia era real...


Narro desde el crepúsculo interior que establece los recovecos del horror.

Una patria de sueños y de vigilias, de escenarios reales para ficciones increíbles.

Narro desde allí, mientras las voces se apagan por la lluvia.

08 marzo, 2010

TITÁN


En la portada de la aventura ilustrada, Titán, el superhéroe invencible, reposa en el suelo, pudiera decirse que agonizante.

Una lluvia muy fina condensa su melena y se confunde con lo que, cualquier no demasiado avezado observador, calificaría como lágrimas.

Es su fin del mundo, del mundo como había sido relatado hasta ahora.

No muy lejos (en términos temporales y espaciales), sus enemigos celebran la caída, dudando si pueden considerarla, definitivamente, como una derrota...

Se descorchan botellas de muy caros licores, se apuestan importantes sumas de dinero en jugadas multimillonarias y arriesgadas en los casinos, la extravagancia reina en la medianoche de la ciudad.

Mujeres en lencería golpean las puertas de las habitaciones de los hoteles de moda.

Titán ha cerrado los ojos.

La sangre recorre sus venas con una velocidad crucero que anima el sopor y la desconexión.

Las nubes presagian un temporal apenas iniciado.

El suelo está frío y es un incómodo y poco reparador lecho.

Los ingenieros se afanan en intentar resolver las incidencias que provocó la caída de los sistemas centrales... la causa del apagón.

El Apagón.

Titán se adentra en una habitación irreal, que comulga de los sueños y de la estrecha y peligrosa línea que delimita lo onírico de lo vivido...

Titán no lleva máscara, sus poderes quedaron en alguna taquilla del escondido y anónimo edificio de oficinas en el que es un gris ejecutivo más.

Hay paraguas abiertos, secándose junto a un armario de calidad más que discutible.

Las ventanas no cierran bien y algunas baldosas se hallan rotas, como si hubiesen sido atravesadas por un tacón de mujer.

La cama está cubierta por una colcha escarlata, que relata viejas aventuras y rememora el calor de cuerpos desnudos.

El reloj de pared se detuvo varios años antes... y, sin embargo, por esas casualidades improbables, su hora coincide con la adecuada.

Titán le da cuerda y lo acciona.

Sale del sueño.

Ha dejado de llover.

Siente sus músculos doloridos, su cuerpo aterido, calambres y aguijonazos feroces...

Titán ha abierto los ojos.

Instintivamente ha palpado su rostro y se ha descubierto embozado.

Las sirenas ululan en la línea del infinito.

Los camareros discrepan al cerrar las cajas recaudadoras de una noche poco rentable.

Sobre la mesa de una estancia olvidada, reposa un sobre con ciertos guarismos, indescriptibles, manuscritos en su margen inferior izquierdo.

Titán ha prometido volver, recomenzar, como el ave fénix...

Resignado al azar, que es el carácter prostibulario e infiel de la fortuna.

Titán ha decidido cerrar los paraguas, dejar las puertas abiertas, inobservar pretéritas obligaciones, describir el horror con una sonrisa en los labios...

Como el reloj, aprovechando el influjo de la casualidad, volver a iniciar su andadura (en hora...).

Titán, él lo sabe, es su peor enemigo.

04 marzo, 2010

EL PARTE


De una maldita vez, guarda tus palabras, salvo que vayan a añadir algún significado.

El embellecimiento de la lírica no es moneda apreciada.

Olvida, sostener envites en manos desafortunadas con naipes inservibles.

A nadie atrae, en estos días, el porte del perdedor.

Escucha la pesada losa que arrastra el silencio.

Recrearse en las veleidades del sufrimiento resulta estúpido... e insano.

Sigo soñando, si gustas, pero no busques compañeros en ese viaje.

Olvídala.

Pierde la memoria, si puedes...

Desdibuja sus contornos...

Sostén...

Aguanta...

O revienta.

O reinventa.

LA PINTORA


Algo, que golpeaba en su cabeza con reiteración, le impedía dormir.

Era la sexta noche de la semana en la que ocurría...

Notaba sus miembros aletargados, lentos de reflejos... pesados, ajenos a cualquier orden que pudiera transmitirles.

Agarró su cuaderno de bocetos y comenzó a repasar los últimos estudios que había acometido.

Le gustaba la sensación de ensuciar sus dedos con el carboncillo de las sombras...

Le hacía sentir bien, cómoda... absorta, dueña de mundos imaginarios, suyos...

Para bien o para mal, sabía que aquélla, si reunía el valor necesario y la inspiración le acunaba entre sus brazos, sería su última obra.

También la única... la única verdadera.

Repasaba los apuntes de la melena cayendo, con la fuerza de un huracán, con la delicadeza y gracilidad del aleteo de una mariposa.

Y continuaba errática, dudosa, temerosa... contracorriente.

Volvió a los ojos... rematados, vivos, la capacidad de transmisión del llanto de un bebé, brillantes como el diamante...

Pero fríos, desoladores, inquietos... ciertamente terribles.

Se detuvo unos segundos más en la sonrisa... apenas iniciada, solo insinuada.

Investigó el adjetivo apropiado... y coligió que era diabólica.

Tembló.

De repente, recordando su inutilidad absoluta para los tangrams, se descubrió armando un lienzo en las tablas, mientras mantenía una conversación, por teléfono, con el manos libres activado.

Reparó en la fecha y el día del vuelo de llegada, pero olvidó anotar el número del mismo.

El resto fue trance...

De un solo trazo dibujó una bisectriz perfecta... encadenando espasmódicos movimientos con repentinas caídas.

Todos los candados se abren con la misma llave.

Circundó con onduladas lineas negras la altura del monte que se adivinaba en el centro del cuadro.

La violencia y la rapidez le inocularon un frenesí creativo desmedido... y genial..

Los colores brotaban y preñaban las telas de verdad.

Quiso despertar, pero fue en vano.

Su última mirada, cansada, deshecha, fue aprobatoria.

Retomó su cuaderno de bocetos.

Arrancó todas las páginas usadas y las lanzó a la chimenea.

Degustó el crepitar del fuego...

Pensó.

Garabateó tres letras mayúsculas... una especie de epitafio para su testamento creativo.

Y, vacía, se rindió a la evidencia.

Inerte, permitió que su mirada disfrutara del último amanecer.

03 marzo, 2010

CIRCO


2 emes son, en virtud de un gesto, W y M.
Sin embargo, W no siempre es V y V.
Pero el susurro del viento alerta, inexorablemente, sobre el dolor subyacente causado por las musas.
Los relojes se atrasan cuando hablan de recuerdos en el presente.
Y el futuro es un poema que nadie acierta a rematar.
Quizá sea falta de arrojo.
O el miedo de la apuesta.
El trapecio, que me sobrevuela, continúa danzando... vacío.
Escucho el silencio... duele.
Las hormigas circulan, en orden, por la arena del escenario del circo.
Los leones ya se durmieron en sus jaulas.
El prestidigitador vomita, arrodillado, en el baño.
El payaso se desmaquilla sin pasión.
La mujer forzuda devora sus anabolizantes.
El niño se escapó de las cuidadosas manos paternas y observa cómo el tragafuegos copula, con violencia, con la funambulista.
Quiero adivinar el significado de mis miedos.
Quiero olvidar todas mis anotaciones de viajes pretéritos.
Sé en qué lugar reposarán mis huesos cuando las respuestas no sirvan para nada.
Desconozco las carreteras que transitarán hasta llegar a su destino.
El niño me pregunta y prefiero no contestar.
Sus dudas son mis miedos.
Y su ingenuidad mi debacle.
Mientras, en el circo, la V juega, como experta contorsionista, a convertirse en M.