22 noviembre, 2011

EL RESCATE

El discurso del niño comenzó con un lenguaje impropio de su edad.
"Nunca he conocido realmente a mi padre".
Dudó.
"Bueno, hay otros niños a lo que les sucede lo que a mí. Sí. Sus padres solo pueden ir a algunos partidos, y no siempre... Ya, quizá si todos fueran en fin de semana... igual, bueno... la verdad es que tampoco lo tengo muy claro".
Perdió su mirada en un lugar lejano, terriblemente distante.
"A mí ya no me gusta presumir de que mi padre haya vuelto a cambiar de coche. De hecho, a mí, los coches nunca me han gustado... Ahora tampoco. Es más, de pequeños envidiaba a los padres de mis amigos que podían jugar con bicicletas en el parque, con ellos. Pero nunca se lo dije a mi padre... estaba ocupado, en un ordenador o hablando por teléfono".
Sonó un pitido.
"Uff. Este aparato es un aburrimiento. Al principio pensé que sería la envidia de todos, pero luego me di cuenta de que ni tan siquiera servía para que Papá, como me prometió, hablara conmigo más a menudo. Y eso que yo le veía cómo utilizaba su teléfono a todas horas, conversando y conversando con otras personas".
La voz tembló, por primera vez.
"Una vez, Mamá lo cogió cuando yo hablaba. Era muy tarde... Y se marchó de la habitación. Escuché un ruido muy raro... y fuerte. Luego, vi cómo todos los pedazos del teléfono volaban por todos sitios. Papá me trajo uno nuevo apenas dos días después... y me dijo que tenía un juego de fútbol... Yo jamás lo utilicé".
Otro destello de terror en su mirada.
"Anoche mojé la cama. Me avergüenza mucho reconocerlo, pero fue por su culpa... El monstruo vino a por mí y yo sabía que no podía gritar Papá... o que de hacerlo nadie acudiría en mi rescate".

No hay comentarios:

Publicar un comentario