09 febrero, 2011

EL TEMOR


No temas.

No existirán reproches.

Olvida lo pasado.

Asumamos que no sucedió.

Concertemos una nebulosa que desdibuje nuestros recuerdos.

Adentrémonos en la esquiva oscuridad de los paisajes olvidados.

¿Volveremos a mirar igual a alguien que pida Dry Martini?

Crezcámonos ante la adversidad.

Mostrémonos indiferentes frente al gigante silencioso, pero demoledor, de lo obvio.

¿Podrías asegurar que no adivinas ciertos gestos grandilocuentes en los que reconoces episodios pretéritos?

No temas.

De verdad.

Ninguna palabra es capaz de herir más que los silencios.

Dejémonos llevar.

Será la primera ocasión en la que las reglas se equiparen para ambos.

¿Tiemblas?

Continúo siendo el mismo soñador que realiza estúpidos dibujos mientras intenta verbalizar sus pensamientos.

Borremos palabras de nuestro diccionarios.

Conformémonos con la arquitectura dialéctica de la maldad... del daño.

¿Pondrías tu mano en el fuego aseverando tu certidumbre de victoria respecto del olvido?

Yo lo haría, pero continúo deseando no perder ninguna batalla, ni siquiera aunque el combate sea amistoso.

No temas.

Ya no dibujo escenarios en los que un cadáver, flotando en la piscina de la azotea de un hotel, observa nuestros pasos en la madrugada insomne de esta meretriz llamada Madrid.

No temas.

Las palabras jamás hieren con la crueldad y la certeza de los silencios.

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