18 diciembre, 2009

MORDISCOS


El mendigo apura el bocadillo mordisqueado que un inquieto arquitecto dejó a medias en la bandeja del restaurante de comida rápida.

La ciudad está cubierta de nieve.

El viento sopla racheado e impide que los paraguas mantengan su rectitud.

En Rhode Island, el guitarrista está sellando con el diablo el pacto de la eterna juventud, mientras la sangre corre por su brazo y desanuda la goma elástica que le oprime el antebrazo.

En el suelo, desparramados, sin orden, varios libros de poesía subrayados y con anotaciones marginales...

También los restos de una manzana que se oxidan y aventuran un pésimo final.

Tres púas negras, un folio de cuadros garabateado hasta su mitad, el naufragio de una canción.

En Londres, hoy se cumple el sexto mes sin llover.

Las máscaras duermen en los baúles de Venecia.

Las cadenas, signo del embargo, atenazan los postigos de las puertas de los cabarets de Amsterdam.

El mendigo, tranquilo, absorto, flotando en una nube de ansiolíticos y alcohol, recita, en voz baja, la letra de un himno militar (extranjero).

Los viejos del lugar fueron los únicos que entendieron que, antes de encontrar el tesoro escondido, convenía comenzar la búsqueda de los planos que los descubrían.

En los aeropuertos, los bebés entonan una sinfonía de llantos acompasada que los viajero, atentos a los paneles, confunden con el hilo musical.

Las recepcionistas de los hoteles ya no anuncian las maravillas de la estancia.

Los taxistas eligen la ruta más corta para cubrir el trayecto solicitado.

La nieve ha cubierto la ciudad, pero los niños no corrieron hasta sus plazas para construir diabólicos muñecos, rematados con sombreros y aderezados con escobas y bufandas.

Todo es ajeno desde que escribiste una nota de despedida y la trenzaste, con filigrana y astucia, a los ribetes de la almohada.

A la guía de viajes se le cayeron varias páginas... y, sospechosamente, las fotografías se despegaron del álbum.

Alguien me refirió que, en Londres, había salido el sol...

Y yo prefiero arrancarme la realidad a mordiscos, robados de un emparedado obsoleto y olvidado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario