18 enero, 2011

LA DECLARACIÓN











¿Usted oye esas voces...?
¿Sí?
¿Usted también?
Acompáñeme, por favor, no se quede en la entrada.
No sea tímido... a todos nos pasa.
Al principio, queremos creer que no tiene importancia.
Conforme avanza el tiempo, nos acostumbramos a esa presencia.
Nos hablan, sí...
En una de mis primeras experiencias me guiaron por el cementerio.
Era demasiado tarde, pero ellas despejaron cualquier tipo de miedo o inquietud que pudiera sentir.
Me convirtieron en un ser valeroso y temerario, de los que no demuestran conciencia para con sus fantasmas...
Después, unos años después... bueno, usted ya lo sabrá.
Sin embargo, me inspira confianza usted, ¿sabe?, creo que existe una intrahistoria que nadie creyó y que, por supuesto, ninguno estuvo dispuesto a investigar.
Fueron ellas.
Ya, imagino, que usted, como hombre inteligente que es, ya lo habría adivinado.
No se vaya todavía.
Me lo propusieron.
Me invitaron a prepararlo todo con un celo máximo.
Me indicaron los tiempos y las actuaciones.
Fui un mero títere en sus manos... en sus voces.
El resto lo podrá leer en los periódicos... o en la sentencia.
No recuerdo cuántos años me quedan aún por cumplir.
No tengo esperanzas en ver la luz de ahí fuera.
Pero no se vaya, por favor, me dijo que usted también las oía.
No se marche, se lo ruego.
Esta celda es muy fría.
No huya, maldita sea.
Ellas nos reconfortarán.
Ellas lo harán.

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