10 enero, 2011

LA INTRÉPIDA MUERTE DEL COMISARIO ESCÁMEZ


No sé si intrépida es el adjetivo más adecuado para una muerte.

Y, menos aún, para el deceso de un policía.

En todo caso, y por respeto a la mujer que me contó esta historia, he querido mantener el mismo calificativo que ella le otorgó.

Escámez, el comisario Escámez, era un hombre de valores.

Muy peculiares y, para más de uno, desviados, pero lo suficientemente asentados y férreos como para condicionar todas sus actuaciones.

El comisario, además, era un buen profesional.

Esto podría resultar ocioso o de perogrullo, pero ustedes y yo sabemos que conviene matizar aspectos como ése en una sociedad como la nuestra.

El olfato e ingenio de Escámez era conocido en toda la ciudad y más de un delincuente, creyente de que sus fechorías quedarían impunes (el crimen perfecto), dio de bruces con las pesquisas y el talento del comisario.

Cuando murió (se hace complicado narrar esto con una cercanía temporal tan acusada), Escámez investigaba la solución de una sorprendente desaparición en el escenario de un crimen.

Bueno, por mejor decir, en el escenario de un intento de asesinato.

Hasta donde Escámez había conseguido encajar las piezas, un francotirador había disparado a su objetivo (pendiente de concretar en la mente del comisario), sin acertarle, y, en su huida, el primero había resultado muerto por atropello.

Una mujer, dibujante, había resultado detenida al ser encontrada reflejando en su cuaderno la escena del crimen desde más ángulos de los humanamente posibles, lo que la convertían en presunto cómplice o urdidora del plan.

El hombre desaparecido esperaba a una mujer que, a la sazón, y con desconocimiento de Escámez, era su amante (la del policía... y la del hombre).

Quizá por primera vez, nuestro comisario era jugador y detective en un caso.

El día en el que, después de tener sexo con su amante, Escámez acudía a jefatura para iniciar la operativa de detención del culpable de la desaparición (su mente se había iluminado mientras eyaculaba en la boca de su compañera), completamente enfrascado en el recuerdo de ese cuerpo desnudo que le había felado de una manera inenarrable, un piano se descolgó del quinto piso al que pretendía ser ascendido y noqueó, implacablemente, a nuestro comisario.

Con su muerte, dos misterios quedaron sin resolver y, curiosamente, ambos tenían idéntico culpable.

2 comentarios:

  1. Y con esto el final del juego es irreversible e irrevocable.

    Touchè.

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  2. "Yo, una heroína de leyenda,
    no soporté tu última guerra.
    Prometo no contarle a las demás
    que eres un asesino a sueldo,
    un mal sueño.

    En las aerolíneas de mi cuerpo
    ya no hay turbulencias ni mareos.
    Saludo con un beso al capitán
    y el comandante se muere de celos,
    feliz vuelo.

    Tú, líder de audiencia de mi corazón,
    y ahora quisiera que estuvieras muerto,
    fin del cuento".

    Heroína de leyenda. Manos de topo.

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