10 enero, 2011

LA LUZ


Cuando el animal le indicó el camino, ella dudó y preguntó cuál era el final del trazado.

- No importa. Únicamente elige una dirección. Aventúrate... y déjate llevar.

Ella se mostró, nuevamente, dubitativa y desconfiada.

Vio sonreír al animal y sintió un hálito de tranquilidad.

El sendero estaba iluminado por pequeñas luces fluorescentes de color violeta que, como columnas, se abrían paso desde el suelo.

La niña recordó un viejo cuento que su abuela le contaba durante las cerradas noches de tormenta en invierno.

Una chica se perdía en un bosque y era amedrentada por una jauría de lobos hambrientos.

Desamparada, continuó caminando.

Las palabras de su abuela retumbaba en su mente.

Pensaba en dar marcha atrás, pero la luz se apagaba tras ella conforme iba avanzando.

De repente, el animal se colocó a su lado, y le enseñó un mapa.

- No temas. No hay salida. No existía inicio del camino y, por lo tanto, tampoco encontrarás el final.

La frase del animal asustó a la chica.

- Créeme. Continúa caminando y confía, solo, en ti.

Lo hizo.

Y descubrió un nuevo haz de luz multicolor.

Y abrazó al animal.

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