06 septiembre, 2009

ECLIPSE (O LA EVOCACIÓN DEL JARDINERO)


Descubrir una fisonomía, en busca de puntos, altitudes, llanuras y valles, gracias a los vaivenes de la literatura imaginativa y de la percepción.

Recorrer los caminos marcados por tu piel, las líneas (largas y marcadas) que relatan el futuro en tus manos.

Pulsar el sentido de tus miedos y temblores en el oro del pelo que cae por tus hombros.

Percibir el latido de tu tensión en las venas que, como el delta de un río, se abren en tus muñecas.

Desemboco con las yemas de mis dedos en el resbaladizo y vertiginoso requiebro ondulante de tu cuello, avanzando hasta la elipsis de magia en la que detengo mis manos para que, con la memoria inteligente de los lugares conocidos, pueda posar mis besos y pespuntear de saliva sus recovecos, con una lengua que profesa un silencio involuntario.

Celebrar la llegada al reparador descanso de tus respiraciones en mi cuello, de esos matices de inspiración que solo pretendo acompasar a las pulsaciones que tu corazón transmite, hacia fuera, en un mecánico y sublime movimiento rítmico de alcance inimaginado.

Ahí, en el exterior, como suele ocurrir en los instantes grandiosos, todo era nada... salvo los crujidos de vivencias que parecen acarrear las furtivas miradas del universo que accedió a vender su especialidad por un puñado de alarmas, a primeras horas de la mañana, y la certeza de los abonos extraordinarios coincidentes con Navidad y verano.

Y, mientras, cuando el crepúsculo de S. nos rebota los aullidos de nuestra ciudad, que no duerme, vislumbro el eclipse en tus ojos, zafiros, simultáneo al rumor susurrante del supuesto beneficio de no despedirse en las esquinas ocultas.

Y amortiguo con silencio mis ansías de relatar las experiencias y sensaciones, para que las palabras brotadas no resulten vencidas por tu incredulidad, salpicada de sonrisas arrebatadoras, ante las que ningún arma se antoja eficaz.

Con los oídos quebrados por las plegarias de un apóstol vigilante, pierdo mis pasos hacia un destino de sábanas arrugadas y vacías...

A mi lado, caminan los fantasmas... y la emoción.
Atribulado, les formulo respuestas a preguntas que no me desean hacer.

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