15 abril, 2011

AJ



Hoy escribo cuatro cuchillos, que aún no pude arrancarme de la espalda.


De este lado oscuro de la memoria, en el que la nostalgia campa a sus anchas y atenaza mi porte.


Hoy escribo para esos ojos que me miran desde un espacio en el que se refugian las almas de los que nos abandonaron tan pronto que no era, ni siquiera, todavía.


De los flancos dolientes de mi memoria rebotan imágenes de domingos de fiesta en los que el reloj era el tirano que ordenaba la despedida.


Hoy escribo acechado por el maremagnum de rostros desconocidos de una ciudad que jamás te gustó y en la que, no sin acierto, pensaste que me perdería (porque triunfar en un desierto de gente es una orgásmica derrota).


De mi retina más urgente no se borran tus abrazos ni esas palabras que custodio como brújula milagrosa en estos caminos mundanos.


Hoy escribo apartado de los ojos de los demás, utilizando un lenguaje claro y diáfano para nosotros, para los únicos que descubrimos silencios en noches calurosas de insomnio


A veces, estoy seguro que lo sabrás, me pregunto por la levedad de las personas, maldigo durante varios suspiros y acabo sonriendo al recordar tus guiños socarrones y llenos de despiadado, pero no dañino, humor... ése que desearía haber heredado y que me sostiene al evocarte.


Hoy escribo para llenar tu vacío... aunque conozco que claudicaré.


Hoy te extraño igual que hago desde aquella sucia tarde de invierno repleta de apuntes universitarios y calendarios de exámenes.


Hoy escribo para ti.


Y te extraño (mucho).

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