Las luces le recordaron un reguero inmisericorde de lágrimas iluminadas durante la madrugada del adiós.
Retuvo la imagen, guardada en una memora débil y temporal que los manuales de Medicina General olvidaron señalar.
Al abrirse las puertas descubrió un universo paralelo.
El monstruo le saludó desde el interior, tendiéndole una mano huesuda e irresistible a la vez, a iguales partes.
Temoroso, cerró los ojos y aceptó el reto, el chasquido de dos metales que se unen a su espalda.
¿Por qué dirigió su mirada al suelo al acceder al ascensor?
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