25 abril, 2011

EL VÓMITO (ver Calabozo TML)



¿A quién demonios se le ocurre colocar esas bolitas de aroma mentolado en el aseo masculino de la comisaria de policía de guardia en la noche de Navidad?



Puede que ustedes, nuestras queridas compañeras, no alcancen a entenderlo, pero el sueño dorado de cualquier hombre es que en el baño de su hogar coloquen un urinario de pared...



Sí, de ésos que existen en los bares.



Y si ceden a materializar ese anhelo, por favor, jamás sitúen las malévolas esferas perfumadas en el hueco del sumidero.






El líquido amarillo roció las pelotas blancas y un insoportable olor a lavanda reinó en el minúsculo habitáculo.



Tengo que beber menos whisky.



Los tres golpes secos llegaron desde el exterior.



"¿A qué coño te dedicas, pequeño cabrón?".



Y él no acertó a, con la velocidad adecuada, responder de un modo imaginativo y cortante que dejase la euforia del policía a la altura en la que, ahora, reposaban esas mínimas gotitas olvidadas que, afortunadas ellas, no habían abrazado las infames circunferencias diabólicamente orondas.






"Malditos mamones -gritó. Lo hacen solo para que confesemos crímenes que no cometimos. Crímenes que todavía no ocurrieron".



Se golpeó la cabeza y cayó de bruces al urinario, con la barbilla sujeta, de modo acrobático, en el filo del resquicio de la instalación de porcelana lacada.



"Cabrones" -vomitó antes de vomitar.

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