26 agosto, 2009

AMOR VERDADERO (MUTANTE)


"Amor fugado. Me tomas, me dejas, me exprimes y me tiras a un lado. Te vas a otros cielos y regresas como los colibríes. Me tienes como un perro a tus pies". Labios compartidos. Maná.


Comparen la estética del tiempos.

De los vividos por separado, de los que se mantienen en vilo, brujuleando una visión común en el cielo que nos ampara (a todos por igual).

Revisiten, si pueden (o sus arrestos son suficientes), los límites del precipicio.

Con la lejanía, las palabras brotan igual de sinceras. Pero los silencios resultan muchos más aterradores. Y hasta el perfume de las flores adivina el vuelo de un pensamiento hacia ultramar.

Bailen con el rigor de la ausencia como compañero.

Todas las sonatas de la orquesta son réquiems aceptados por el tripulante inesperado de un barco que navega hacia el naufragio sin solución de continuidad. Y cuando el agua empape las notas de las partituras y ahogue los intentos de respiración últimos, los músicos continuarán desafinando.

Acudan a esos lugares compartidos de ciudades plurales en los que su fantasma pasea con una mezcla de indolencia y silencio.

El espíritu emanado por determinadas calles de M. es rojo y negro. La pasión de una aterradora droga de la que no se puede escapar. Extendiendo sus larguísimos tentáculos y aferrando a su cuerpo de velocidad y domingos de nostalgia y repetición.

Investiguen y repasen el contenido de los buzones de llamadas perdidas, de mensajes enviados y recibidos de los teléfonos móviles y ordenadores personales.

Las mayúsculas y minúsculas descubrirán la existencia de un misterio pero, en modo alguno, su posibilidad de resolución (si es que ésta existiera).

En la esquina, apenas iluminada, de la encrucijada que diviso desde la enésima (e impersonal) habitación de hotel que cobija mis estúpidos devaneos, un mendigo dirige su mirada a los párrafos de una novela de Palahniuk.

Y desconozco si el Mundo (o su secreto) es suyo.

Pero me aferro a un leve sonido que quebrante la monotonía de este océano de desinformación que, paradójicamente, llega de las islas.

Y los aviones, como en la canción, siguen pasando por ahí afuera.

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