30 agosto, 2009

CÁLIZ DE SANGRE


"De todos los siglos en los que he vivido, a buen seguro, éste no es el mío" - musitó el vampiro.

El cuadro es abstracto.

Una mancha circular roja ocupa el lado derecho, como si una gota de sangre se hubiese precipitado desde el cielo hasta el lienzo.

El resto es negro, en distintas tonalidades, oscuridad y decepción.

"He cultivado las artes más variopintas. Escuché a las mejores orquestas en Viena. Degusté las esculturas más perfectas en Florencia. Paseé las galerías pictóricas de París, permitiendo que las explosiones de color provocaran un torrente de sensaciones en mi retina y cerebro" - silabea , entrecortado...

Un violín suena suave, llenando la estancia de una mezcla de calidez y caricias, como los instantes posteriores a un orgasmo de amor.

La melodía va dejando notas de pasión y quebranto, con esa majestuosidad de la música hecha para ser paladeada y no solo escuchada.

"Soporté las diatribas de los máximos mandatarios de las potencias mundiales. Escuché las autocomplacencias de los éxitos narrados por los empresarios más opulentos y usureros. Vi sus caídas y derrumbes. Adiviné, en sus sonrisas forzadas, las líneas que surcaban el pánico y el temor".

Las palabras parecen llegar con una mezcla de aliento fétido y rosas.

La porcelana del jarrón se encuentra adornada por figuras y arabescos que simulan los recovecos que dibujan las llamas de fuego en una chimenea encendida, sin cuidado, ni rigor.

Las violetas irradian una pulcritud que preludia algún próximo ajamiento.

"He apreciado las tormentas, con su ingente aparato eléctrico. Me han azotado los más crueles y desapacibles vendavales. Creé la palabra huracán para denominar la virulencia que solo es comparable con la mujer".

El cáliz reposa sobre el centro de la mesa, sin adornos, sobrio, sobrenatural.

La copa está labrada, con incrustaciones e inscripciones de un idioma no humano o, en su caso, pretéritamente humanoide, cuasi animal, ininteligible, indescifrable... común con el misticismo y la adoración.

"Ni en la lluvia, ni ante el Sol más desolador, ni frente a la más insoportable ventolera, ni bajo la cruel nevada de copos prietos... ni vivo, ni muerto, ni nosferatu... resistí la belleza de la ventura, de la gracia, de la Mujer".

Y el dolor, la incisión en el labio, provoca la caída de una gota de sangre en el cáliz, justo en el lateral derecho.

Sobre el cuadro, dos líneas blancas, finísimas, atraviesan el lienzo horizontalmente.

La música se detiene y el jarrón se quiebra en pedazos, mientras las violetas vuelan por la estancia para estamparse, cómodamente, en la alfombra que cubre el suelo.

Y el vampiro ansía amar, sin la premura que martillea la eternidad.

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