06 agosto, 2009

DIAMANTES


"Una es el amor sagrado, compañera de mi vida, esposa y madre a la vez, la otra es el amor prohibido, complemento de mis ansias, a quien no renunciaré, y ahora ya pueden saber como se pueden querer dos mujeres a la vez y no estar loco". Corazón loco. R. Damemberg.


Diamantes.

Susurros del viento, cómplice, espectador

Diamantes.

Como los de antes. Envueltos en el suave terciopelo azabache.

Diamantes.

Encuentros insospechados de sirvientes, en reservados de botillerías, que portan billetes oportunamente cerrados, con románticas letras descuidadas.

Diamantes.

Vehículos aparcados en calles contiguas a restaurantes con mesas reservadas.

Diamantes.

Oraciones y prédicas que ascienden por los alminares.

Diamantes.

Un viajero escribió en la pared de un lamentable muro de Berlín: "La labor de apostolado no se encuentra exenta de pecado".

Diamantes.

El conductor del carruaje pretendió esquivar el camino hacia el castillo.

Diamantes.

Silencios, entre besos, para apreciar el crujido de las maderas que anuncian presencias.

Diamantes.

Que son, tan solo, puro carbón.

Diamantes.

Notas de restaurantes abonadas sin cotejar su exactitud.

Diamantes.

Doce noches de insomnio, once madrugadas de temblor, diez (número mágico) en deseo, nueve paseos al atardecer, ocho infinitos segundos apostado en la despedida de tu balcón, siete pecados capitales por afrentar, seis días ansiando que vuelva el amparo de los despachos, cinco vasos sobre la mesa de una antediluviana cafetería adornada al estilo victoriano, cuatro entradas a conciertos de rock, tres flores blancas remitidas a direcciones postales erróneas, dos suspiros ahogados en inconsciencia (o desconocimiento), un sueño por materializar.

Diamantes.

O di lo que gustes...

Mientras el amanecer arrastrará un nuevo episodio de apnea.

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