12 agosto, 2009

POSTALES

"... y ahora dile al que me siga, lo que me decías a mí, que con él te has estrenado porque todo lo pasado fueron juegos de aprendiz. Y nos hemos devorado en cada lecho, en cada esquina, y en cualquier lugar del Mundo hemos hecho maravillas. Y en tu cuerpo, y en el mío, hasta quedan cicatrices... y ahore dile al que me siga, que para ti yo no existí". Al que me siga. Luis Miguel.

Hay cierta urgencia en la caligrafía del texto de la postal, como si hubiese sido escrito con temor a ser descubierto, en la clandestinidad de la esquina iluminada, tenuemente, por una farola enemiga.

Sin embargo, el discurso se encuentra perfectamente cohonestado.

Es bello, pulcro, elegante. Con esa cercanía y profundidad de las estrofas simples de las canciones monumentales que a todos nos gustaría haber escrito.

Habla de amor.

Posiblemente sería más correcto decir que es una declaración de amor.

Y ahora que repaso sus líneas, me avergüenzo. Me siento como el ladrón que penetra en un edificio y saquea los cajones de los dormitorios de las familias que vacan en las playas.

En la mesa, desordenadas en la caja que contenía la postal, franqueada en un lugar de impronunciable nombre sesenta años atrás, reposan fotografías en blanco y negro.

Mi mirada se pierde en la imagen de un joven apuesto, con el pelo perfectamente peinado, porte señorial y ataviado con traje que, mientras sostiene un cigarrillo en la mano izquierda, estrecha la mano con algún compañero de correrías que, sin embargo, no es capaz de sostener la pretendida oficialidad y rigorismo de la instantánea.

El tiempo ha decolorado la tinta de las letras, pero no ha sido capaz de eliminar las líneas oblicuas que, como despedida, contornean un más que revelador "espérame".

No hay firma, ni rúbrica alguna.

Apenas una simple, y serpenteante, pero firme "s". Minúscula, pero mayúscula en significado.

Entonces, de una manera fulgurante e inesperada, una mano de mujer me arrebata la cartulina y la guarda junto a su pecho.

Puede que yerre al escuchar, pero el viento me trae una declaración de amor que, en lo sustancial, es similar a estas palabras:

"Quedan esquinas oscuras atentas para recibir la conjunción de las sombras que no firman los billetes enviados".

Y agradezco que mi memoria guardara el cuerpo de lo evocado en la postal.

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