27 junio, 2010

LA TORMENTA


Puede que no sintieras nada en la madrugada de ayer.

Mientras los taxis recorrían Madrid en una aceleración vertiginosa y deambulatoria.

Puede que ni siquiera tomaras en consideración esa punzada en alguno de tus dos corazones.

Cuando las abultadas gotas de agua golpeaban los tejados.


Y, sin embargo, mis sienes rebotaban, profundamente alteradas.


No recuerdo si fue en un momento de desmayo o de terror.

Rememorando aquellas interminables horas en los jardines de una ciudad casi desconocida y ambigua.

No recuerdo si fue en la primera de las noches, y quizá tampoco quiera hacerlo.

Porque la memoria me haría caminar en una línea vertiginosa que comulga del temor y el vacío.


Y, sea como fuere, la noche bañaba de oscuridad... y era solo oscuridad.


Hoy no volverá a llover.

Hoy no recordaré tus sonrisas.

Ni tan siquiera, tus infantiles súplicas ante las que me rendía como un pequeño consentidor.

Hoy no volverá a llover.

Quizá nunca lo vuelva a hacer.

Y pierda mis pasos en la Calle Acuerdo.

Tambaleando mis pasos por los devastadores efectos del alcohol.


Rezando por una lluvia que me devuelva tu despiadada presencia.

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