Los demonios volvieron a aparecer.
Mientras llovía y la luz se refugiaba en la mayor de las oscuridades.
Me visitaron.
Se sentaron a mi mesa y quisieron concelebrar una cena despiadada y horrible.
Me visitaron.
Y juraron, en su despedida, que no volverían a inquietar mi sueño.
Pero lo hicieron.
Sin piedad.
Sin caridad.
Y sin temblor.
Con crueldad y presteza.
Sin titubeos.
Mientras llovía y la luz se refugiaba en la mayor de las oscuridades.
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