06 junio, 2010

NUESTRO HIROSHIMA Y MI VIETNAM


Yo no voy a renegar de lo pasado que, para bien o para mal, es ya pasado (y no va a volver).

Tú disfruta de las luces, de los sabores, de las especias, de los manteles bordados, de los olores inenarrables, de las burbujas doradas y de las pepitas rosadas de cielo que arrancaste a la belleza para arrastrar por tu garganta.

Yo construiré, con las oscuridades, con las tinieblas, con la lluvia, con los vientos, con las habitaciones vacías, con las reservas canceladas y con las copas de cristal rotas, un magnífico monumento al horror en el que refugiarme a dormir durante el resto de mis dolorosos insomnios y mis suspiros.

Quizá no lo recuerdes, pero ya tuvimos nuestro Hiroshima... y mi Vietnam.

No espero que el alivio de la noche me visite con bellas palabras.

No aguardo, en esta peculiar cárcel de palabras, ninguna reducción de condena, ni permiso penitenciario.

Comparte, con las risas cómplices de esas subalternas compañeras, esos instantes en los que descubriste que, tras el rostro angelical, puede esconderse un auténtico virtuoso de otros más profundos placeres.

Nadie comprenderá el sentido de esas palabras escondidas en el océano de la publicidad.

Y tú, quizá, preferirás juguetear, pellizcándote ligeramente, en alguna terraza con vistas al mar.

Y yo, a buen seguro, reposaré (sin descansar) a los pies del monumento erigido en honor del horror.

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