21 mayo, 2010

LA PINACOTECA


Ninguno de los retratos de la pinacoteca va a llorar tu recuerdo.

Yo tampoco lo haré.

Me sorprende que mi primera impresión tuya fuera oriental... sí, cuando las imágenes estaban proscritas y alejadas del conocimiento.

Luego, en dos días consecutivos de olor a salitre de playa urbana, la fragancia era de primavera adelantada y corrientes de aire fresco de la mañana penetrando por las ventanas que, por olvido, se dejaron abiertas.

Y, hoy, en esta noche aciaga de nieve derretida y de lágrimas hacia dentro, tu perfil se me antoja etrusco, rodeado de un espíritu carmesí que desdibuja tu silueta.

No lloraré, me lo prometí, frente a tu sonrisa.

Tampoco sonreiré cuando vengan a mi mente esos otros segundos en los que disfrutabas quebrantando las normas de respeto, entre las entreplantas que, fugaces, devoraban los ascensores.

Puede que el agua de las fuentes me acabe ahogando.

No ofreceré resistencia.

He descubierto que tu presencia fue la causa del sutil, y acentuado, caer de las ramas verdes que adornaban los azulejos encerados.

La noche no va a lagrimear.
Acabó odiando que todas sus historias solo fueran meras referencias.

A la luna le bastará cerrar sus ojos para imaginarte desnuda, chapoteando en las aguas lacustres.

Y nada les importará...

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