19 mayo, 2010

SEÑAS DE DESCUBRIMIENTO


Eras hielo mientras reposabas tras la danza del antiguo rito.

Fuiste piedra cuando, confiada, anunciaste las maldades que se cernerían sobre aquel que quedara obnubilado por tus encantos.

Habías sido fuego antes, en el entrechocar de cuerpos y piel que quebrantaba el pacífico sueño del bebé de los vecinos de al lado.

Deseaste convertirte en diamante, ese carbón precioso y brillante que, en su majestuosidad, atrae las luces para devolverlas teñidas de distancia y obstáculo.

Todo eso, y un episodio escrito en el envés de una postal, fuiste o llegaste a desear ser cuando el cristal se fragmentó en mil pedazos.

Las flores dejaron de suavizar el ambiente con su olor.

Las historias de los libros dedicados se cubrieron de una pátina de irremediable previsibilidad.

Las pulsaciones dejaron de acelerarse cuando el mensaje del portal cibernético confirmaba la reserva de habitación de un hotel desconocido.

Los regustos dejados por la visualización de las pulseras identificativas descubrieron un tono aún más amargo.

El cantante modificó el final de la última estrofa para asestar una puñalada de despecho y dolor.

Nadie se ofreció a pagar tu rescate a la libertad.

El botín de hielo, piedra, fuego y diamantes se antojaba excesivamente frío e hiriente.

Y sus señas de descubrimiento se escondieron entre las arrugas de los mapas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario