03 mayo, 2010

LA VOZ DE ARY


Tú ya no miras con esos ojos.

Yo escondo algunos sueños entre mis muecas.

Ambos envidamos, sin cartas apropiadas, en una jugada que ninguno quiere ganar.

Y el sol enseñorea los lujosos áticos de una ciudad que descubrimos a ciegas.


Puede que nadie lo vaya a entender jamás, pero mi cabeza está siendo permanentemente revoloteada por una mariposa asesina.


Las bebidas que nos esperaban en las antiguas tabernas refrescan otros paladares más agradecidos.

Las banderas que señalaban, en el mapa, los lugares en los que nos hubiésemos entregado han sido pasto de las llamas.

Las habitaciones que deparaban magníficas vistas en el atardecer van a ser derribadas por edicto municipal.


No quiero obtener ni compasión, ni plegarias, solo advierto de esa presencia oscura que me sobrevuela.


He decidido no dar la vuelta a las cartas.

Estimé oportuno olvidar todas las calles que pretendía caminar a tu lado.


Hoy, mientras la puerta de mi casa iba a ser derribada a las seis y media de la madrugada, y corrí a por un cuchillo que defendiese la estúpida integridad física, la voz de Ary Barroso me recordó que los principios son los únicos que te comprenderán cuando abandones tu pasión.

Y olvidas las cartas, las calles, los hoteles, los sueños y el revoloteo (inquietante) de la mariposa que te sobrevolaba.

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