14 mayo, 2010

... (O EL SILENCIO DE LOS MÓVILES)

Hieren.
Tus sonrisas.
Tus gestos.
Tus palabras regaladas.
Maltratan.
Castigan.
Puede que tú no lo sintieras así.
Ahora que el mundo se reduce a dos números de teléfono que merece la pena descolgar.
Nadie buscará el motivo que condujo a disiparme... en una máscara de estúpida cordialidad, salpicada por episodios de repentino ensimismamiento.
Ahora que los deberes reclaman tu presencia y, sin embargo, tus dedos postulan un lirismo exacerbado, lejano de ese rigor mecanicista.
Hieren.
Tus negativas.
Tus despechos.
Tus temores.
Ahora que lo único que imagino es tu sonrisa (vertical) ante una mesa repleta de sushi.
Hoy que los uppercuts del alcohol castigan mi mandíbula.
Sí, cuando imaginas que estaré agotando mi última oportunidad ante una imagen que desconcentró... solo me turbó (y ya renuncié... desapareciendo, huyendo... como alma que portaba el demonio tras un súbito arranque de incomprensión).
Herido y absorto.
Mientras la sonrisa del mundo canturrea una sonata infantil.
Y las margaritas perfuman ese mínimo paraíso diario.
Hieren.
Y tu abrazo, escondido de la populosidad de las avenidas...
Y tus besos, proscritos en la generalidad de los mercados...
Y tú...
Esa vampiresa que (yo) herí un martes de pasión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario