10 julio, 2009

TROVADOR


Maldito espejo, al menos miénteme y susúrrame unas palabras tenues.

Sí, confúndeme con sus ojos y transmíteme un mensaje que es irreal y confuso.

Siente esta misma incertidumbre que las nubes transportan a mi inalterable quietud.

Mientras, si así lo deseas, devuélveme la imagen de su rostro esquivo, de su despedida inexistente, de su indiferencia que golpea y aturde.

Perdóname si deseo que esta vigilia no concluya... que el día me despierte y aborde en mí un antiguo cántico de postración.

Déjame maldecir.

Permíteme volver a recorrer líneas de libros que ya había transitado.

O reescribir cuadernos con composiciones que escondí de la luz por temor a que revelan mi debilidad, mi inquietud, mi pequeña liturgia de pasión...

Y, si así consideras que has de obrar, castígame con imágenes que quebraría si pudiera...

Acércame los sueños para comprobar que serán terreno acotado y vetado a mis pisadas...

Cuando creas que la palabra más adecuada es piedad, retorna al diccionario.

Al arrodillarme al suelo, quizá, tan sólo esté implorando un final...

Quizá... maldito espejo que reflejas el semblante de un insomne trovador.
No olvides que reflejas solamente el exterior... y mi interior se alimenta de sensaciones.

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